9.10.12

Una crítica de un pensador sanmartiniano

 
 En la edición del suplemento cultural de este prestigioso medio (Nuevo Diario de Santiago del Estero) publicada el día 23 de septiembre del corriente año, el Lic. Guillermo Abregú critica una obra que no ha leído. Como soy el autor de la misma cuyo título es "José de San Martín ¿Un agente inglés?", que publicó ediciones Lumiere, sólo por ello, haré un par de reflexiones, puesto que es imposible polemizar con quién ignora aquello de lo que está hablando.

  Por supuesto que desde el inicio disculpo al Licenciado Guillermo Abregú por su falta de información, porque el libro se agotó, en su primera edición, en las librerías de Buenos Aires, apenas a los diez días de haber salido a la venta. Que no leyó la obra está reconocido por el mismo crítico al principio del texto, pero sobretodo por unas cuantas apreciaciones que formula y que dan prueba acabada de ello.

  Al parecer, apenas tomó conocimiento de unos comentarios de Rolando Hanglin, en el diario La Nación sin considerar tampoco otras opiniones que se han vertido con motivo de mi obra, pero que, sin embargo, fueron suficientes para exaltar su furia sanmartiniana. Un ejemplo de ello es cuando menciona a la obra de Rodolfo Terragno, sobre el plan de Maitland, como un antecedente central.

  Al respecto debo aclarar, que esta cita, es una de más de medio centenar que como bibliografía sirvieron a la investigación y que fueran referenciadas en el texto. Otro, es el apunte sobre la masonería, en el que parece interpretar que es a ella a quién yo me dirijo como el factor clave de la dependencia sanmartiniana al imperio británico. Con respecto a este punto escribí un largo capítulo, enteramente dedicado a demostrar que nada tenía que ver su condición masónica, con el servicio que prestara el General a la corona inglesa.

  Es más, él rechazó a sus hermanos y terminó enfrentado con la mayoría de ellos, en Argentina, Perú y Chile, lo que originó que tuviera que irse de los tres países en mala relación con sus contemporáneos y no pudiera regresar jamás, como tampoco pudo hacerlo a España que fue su patria, a la que debía su nacionalidad por el "ius sanguinis", vigente aún hoy, todavía, en la madre patria, donde estudiara, se educara y construyera su vida militar al igual que todos sus hermanos, que permanecieron leales a dicho ejercito y a dicho país al que jamás se les ocurrió traicionar.

  Por último, para hacer breve referencia a otra de sus apreciaciones, le dedico un capítulo también a la actuación sanmartiniana en Europa durante los dos bloqueos, tanto el francés como el anglo francés, que Abregú, por supuesto desconoce. Seguramente en una nueva edición del libro, el Licenciado Abregú podrá leer el trabajo y las pruebas de todo cuanto afirmo que profusamente incorporo al texto, y obviamente, como rechazo la soberbia y el pensamiento único acepto, que tal vez, podrían ser pasibles de una mejor interpretación de su parte o de cualquier otro interesado o conocedor.

  Claro que en este sentido me permito recordarle que al respecto, no ayudaran las expresiones voluntaristas y generalizadoras, como cuando sostiene: "'ante la consabida idea de San Martín y Bolívar de formar la gran nación latinoamericana'" o más adelante: "'mientras San Martín avizoraba el crecimiento hacia Latinoamérica para hacer de ella - junto a Bolívar ' la patria grande que soñaban'" Esto seguramente se debe a una expresión de deseos del crítico pero no tiene ningún fundamento histórico.

  Existen una cantidad innumerable de hechos que prueban que esa era la ambición y la obra de Bolívar, pero no así de San Martín. Esa gloria es del caraqueño, no podemos arrebatársela. Bolívar se comprometió con el destino de su pueblo. Luchó, vivió y murió en el, mientras que San Martín sólo cumplió una tarea en poco más de una decena de años, para después irse, como llegó, y no volver jamás.

  De este último sólo pueden recogerse algunas de sus expresiones en discursos o cartas desde el exilio, desde los que construyó su historia patriótica, pero no existe un solo hecho político en su actuación americana que lo acredite. Las palabras de los interesados no son buena fuente de la historia, puesto que no sólo nadie habla mal de sí mismo sino que generalmente, como diría Leopoldo Marechal, en ellas "se exhiben la cara limpia y se esconde el traste siniestro".
  La sociedad argentina ya superó su estadio primitivo y hoy, culta y evolucionada, exige respuestas a "misterios e interrogantes" que los mitos, como verdad revelada o los ídolos infrahumanos no pueden acordar. Sólo considerando a los próceres fundacionales como hombres de carne y hueso podremos aprender de sus ejemplos y de su abnegación.
 
✒ Antonio Calabrese, autor del libro ''José de San Martín ¿Un agente inglés?" | Nuevo Diario  | .