17.7.14

Así fue la cruel guerrilla comunista en Tucumán

 
 En el fragor de la dramática guerra interna acaecida en la Argentina en los años 70´, un tema tan esencial como poco explorado (y en torno del cual giró la contienda), fue el intento por parte del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo)- la organización guerrillera mejor preparada y más aguerrida del continente- de llevar la guerra a la selva de Tucumán con el propósito de dominar la provincia, expandir su imperio a las provincias del norte, segregar una porción del territorio argentino e intentar conseguir el aval de la comunidad internacional para que fuera reconocido Estado Independiente, y desde allí, bajar a Buenos Aires y hacer un golpe de estado de filiación castro-comunista.
 
 Miles de combatientes del ERP al mando del emblemático guerrillero Mario Roberto Santucho, se lanzaron al ataque contra la democracia en búsqueda de ese objetivo. Para tal fin, a partir de mayo de 1974 (tercera presidencia de Perón) los castristas locales montaron numerosos campamentos guerrilleros en la selva de Tucumán secundados por un formidable aparato de retaguardia tanto en zonas urbanas de esa Provincia como en las provincias aledañas. Atacaron numerosos cuarteles, guarniciones militares y dependencias policiales en todo el país, con el propósito de conseguir armamentos y reforzar la Compañía de Monte en la Cuna de la Independencia. Crearon sofisticadas fábricas de armas, imprentas clandestinas y llevaron adelante un plan sistemático de secuestros a empresarios y militares (muchos de ellos seguidos de muerte) para canjearlos por dinero o negociarlos por guerrilleros detenidos por las fuerzas legales. Exactamente la misma situación vive hoy el estado de Colombia con el terrorismo narcomarxista de las FARC.
 
 Por entonces, la experiencia cubana, el ejemplo del Che Guevara y otros episodios ideológicamente afines, fueron el faro que marcó la senda de la guerrilla “santuchista”. Pero sin dudas, fue la guerra de Vietnam la que atravesó y marcó por completo al ERP y la virtual guerra de secesión que vivió la Argentina entre 1974 y 1977. El Che Guevara había ordenado a sus feligreses “crear dos, tres, cien Vietnam” y encender la pradera revolucionaria en el conosur. Santucho y sus miles de combatientes leían permanentemente a los doctrinarios vietnamitas, estudiaban sus estrategias, se entrenaban en función de ellas; a Buenos Aires la llamaban “Saigón”. Su objetivo era cumplir el papel del Vietcong (ejército irregular que peleó contra las tropas americanas en Vietnam) y para tal fin, escogieron la zona geográfica más parecida posible a la existente en Vietnam. Ahora la selva vietnamita sería reemplazada por la de Tucumán (que era más cerrada y espesa) y los cañaverales de azúcar ocuparían el lugar de los arrozales. Sendos ámbitos eran ideales para “pegar y esconderse” tal el dogma de la “guerra de guerrillas”. Asimismo, la gran densidad de población y la pobreza imperante en Tucumán, les permitiría (según ellos creían) ganarse el apoyo masivo de la gente. El ERP no estaba sólo: peleó con tropas de refuerzo de guerrillas provenientes del MIR de Chile, del ELN de Bolivia, de Tupamaros del Uruguay y de otros países. El entrenamiento y adoctrinamiento fue proporcionado por el estado totalitario de Cuba y fue el único campo de batalla donde el ERP realizó tareas de guerra conjuntas con Montoneros.
 
 En tanto, el gobierno nacional, en medio de una situación preanárquica en un país en grave riesgo de ser segregado, tras varios fracasos lanzó en febrero de 1975 el “Operativo Independencia”, ordenándole a las Fuerzas Armadas entrar en guerra y aniquilar a través de operaciones de combate el accionar de los elementos subversivos obrantes en Tucumán.
 
 Durante los primeros tiempos, dicho Operativo fue encabezado por el General Acdel Vilas. No es casualidad que dadas las condiciones de una guerra que por imposición del bando atacante siguiera a pie juntillas la experiencia vietnamita, meses después fuera convocado a comandar el Operativo el General Antonio Domingo Bussi, quien fuera entrenado precisamente en Vietnam en 1968. Nunca se imaginaría Bussi que casi un lustro después, todo lo allí aprendido debería aplicarlo en su país, ahora no como aprendiz y espectador, sino como protagonista y conductor. Tanto sea por el lado de la guerrilla como por el de las fuerzas legales, el emblema de Vietnam sobrevolaba Tucumán (el corazón de la guerra revolucionaria) y por añadidura el resto del país.
 
 Nuestro pasado reciente se encuentra tan pésimamente contado y distorsionado, para erradicar las historietas que se difunden por los medios masivos de comunicación hemos relanzado este libro “El Vietnam Argentino, la guerrilla marxista en Tucumán”, obra prologada por el avezado politólogo Rosendo Fraga.
 
 Los documentos, los testimonios (muchos inéditos), el fanatismo ideológico, la estructura sectaria del ERP, los combates, los objetivos, el nexo con tropas guerrilleras extranjeras, la vida en los campamentos guerrilleros, el apoyo de Montoneros, el Operativo Independencia, la respuesta militar, la lucha por ganar el consenso de la población, los enfrentamientos terrestres, aéreos y todos los detalles de esta dramática guerra, constituyen el objeto de análisis de la presente obra.
 
 Debo confesar que, a diferencia de mis trabajos anteriores, nunca me sentí tan espectador de mi propio libro. Los numerosos y escalofriantes testimonios y datos hablan por sí.
Llama mucho la atención que quienes hoy levantan la atractiva y remunerable banderita de los “Derechos Humanos”, no recuerden ni reclamen en lo absoluto a quienes para llevar adelante un Vietnam Argentino, no dudaron, llegado el caso, en asesinar niños, mujeres, simples pobladores y por supuesto un sinfín de uniformados, si sus objetivos ideológicos así se los imponía.
 
 Quizás el relanzamiento de este aporte sirva para enriquecer un debate incompleto (verdadero monólogo) mal llevado por imposición de la insistente mirada tuerta que emana desde el Poder Ejecutivo Nacional.
 
✒ | La Prensa Popular | Nicolás Márquez. 17 de julio de 2014.

15.7.14

¿Qué se hizo del subsidio soviético a Cuba?

 
 Es la pregunta que renace tras el encuentro de Vladimir Putin y Raúl Castro, y sus declaraciones de un pronto estrechamiento de relaciones en todos los ámbitos, apuntando a un nuevo idilio entre La Habana y Moscú.
 
 El informe del 2014 del Índice de Progreso Social, un proyecto internacional de estudios sociales sin fines de lucro ni interés ideológico, a través del análisis de 56 factores que miden la calidad de vida de 132 naciones, afirma que los mejores países para vivir en América Latina son Costa Rica, Uruguay, Chile, Panamá y Argentina, y los peores, Bolivia, Paraguay, Nicaragua, Honduras y Cuba, que sólo destaca, y cada vez menos, en algunos índices de salud y educación.
 
 Para este veredicto no se mide el desarrollo económico y científico, ni el PIB per cápita; se focaliza el progreso social mediante elementos básicos como la nutrición, los cuidados médicos, agua potable y alcantarillados, vivienda, seguridad, educación, acceso a la información y a la comunicación, cuidado del ecosistema, derechos individuales, libertades, tolerancia, inclusión, entre otros factores. El hecho de que Cuba aparezca también a la cola en los estudios sobre el desarrollo económico en la región, obliga a preguntarse cómo es posible un retraso tan abismal en el que se considera el país de América Latina que más subsidios y colaboraciones económicas ha recibido de sus aliados y de más de una decena de países de Europa y el resto del mundo.
 
 El anuncio de una nueva época de relación bilateral entre Cuba y Rusia, comenzando por un centro de conexión de transporte en Mariel, un aeropuerto y la instalación en Cuba de infraestructura para el sistema de navegación ruso GLONASS, apuntan a que La Habana quiere volver a dar a Moscú un peso importante en la economía, obligada por las vacilaciones de Washington para eliminar el bloqueo económico, por la fuerte disminución del subsidio petrolero de Venezuela, y por la inestabilidad que las protestas sociales han trasmitido a los acuerdos económicos y financieros establecidos con sus aliados latinoamericanos.
 
Bancarrota a pesar de millonarios subsidios
 Tras la desolación de la guerra, Europa pudo reconstruirse gracias a los 13 mil millones de dólares que a través del Plan Marshall se le concedió entre 1947 y 1952. Sin embargo, el gobierno cubano llevó al país a su bancarrota actual tras casi treinta años de subsidios que ascendían a más de 4 mil millones de dólares anuales, sin contar en esa cifra las facilidades de pago y comercio que las naciones socialistas otorgaban a la isla, sin contar toda la ayuda extra que recibía Cuba de otros países socialistas miembros del llamado Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y sin contar, entre otros ingresos, los altos alquileres para instalaciones militares y de inteligencia, por ejemplo, los 200 millones de dólares que pagaba Rusia cada año por la renta del Centro de Radares Lourdes en Pinar del Río.
 
 A la pregunta de dónde se invirtió tanto recurso si es evidente que no se hizo en la isla, La Habana y sus aliados y amigos internacionales responden escudándose en los gastos que provocaron a la economía isleña las regulaciones internacionales impuestas por el bloqueo norteamericano, pero Fidel Castro jamás aceptó la responsabilidad del gobierno en el despilfarro de esos descomunales subsidios y oportunidades de desarrollo, algo que sí ha hecho ya Raúl Castro, aunque sea de modo tímido.
 
Costosas batallas ideológicas
 Aunque el cubano de a pie ya lo sabe, el gobierno no ha querido reconocer que durante más de tres décadas ha gastado cientos de millones en batallas ideológicas en la isla y fuera de ella (la famosa Batalla de Ideas, por ejemplo, dilapidaba millones en organizar actos públicos, imprimir materiales propagandísticos, etc., en momentos en que el Ministerio de Salud reconocía problemas graves en la prevención de enfermedades por falta de recursos); no reconoce que ha estado financiando movimientos de izquierda, democráticos o insurgentes, en América Latina, Asia y África; ni que financió casi totalmente la presencia de ejércitos cubanos en la guerra de Siria contra Israel en las alturas del Golán; en las guerras de Etiopía, Angola y Zaire; en los movimientos guerrilleros de Nicaragua, El Salvador, Bolivia y Colombia, y, más recientemente, en Venezuela, donde se encuentran más de 15 mil efectivos. Antiguos colaboradores del gobierno han denunciado las inversiones millonarias de La Habana en proyectos sociales en países aliados, en los cuales se regala a otros lo que en Cuba hace falta, por ejemplo, el financiamiento de la construcción de cientos de miles de casas mientras en la isla hay más de 600 mil familias que necesitan una vivienda y, según estadísticas del gobierno, más del 40% de los inmuebles en estado crítico.
 
 Estos acuerdos entre Cuba y Rusia despiertan desconfianza no por último entre los analistas cubanos en el exilio, y el único atisbo de esperanza que encuentran es que, esta vez, Rusia se regirá por su ya demostrado pragmatismo comercial: Cuba vuelve a ser una punta de lanza contra Washington en el terreno político, pero especialmente es el pendón de conquista más sólido que la economía rusa planta en tierras americanas, interesada en impedir que Europa y Estados Unidos sigan quitándole terreno a su expansión económica mundial. Lejos están los tiempos románticos del subsidio gratuito a la isla, y aunque sean tiempos distintos, la pregunta que todos se hacen es si el gobierno de La Habana desaprovechará esta nueva oportunidad para sacar a Cuba de la depauperación económica y social que el propio Raúl Castro ha reconocido en sus discursos.

✒ | Deutsche Welle | Amir Valle. Martes 15 de julio de 2014.
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9.7.14

Ivonne Bordelois

 
 Es poeta y ensayista. Se doctoró en lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts con Noam Chomsky y ocupó una cátedra en la Universidad de Utrecht (Holanda). Recibió la beca Guggenheim en 1983. Ha escrito varios libros, entre los cuales se destacan El alegre Apocalipsis (1995), Correspondencia Pizarnik (1998) y Un triángulo crucial: Borges, Lugones y Güiraldes (1999, Segundo Premio Municipal de Ensayo 2003) [...] La palabra amenazada (2003), Etimología de las pasiones (2005), A la escucha del cuerpo (2009) y Del silencio como porvenir (2010). Ganó el Premio Nación-Sudamericana 2005 con su ensayo El país que nos habla.

✒  Libros Del Zorzal.
http://www.delzorzal.com/autores/b/270-ivonnebordelois





8.7.14

Inglaterra admitió que no habría ganado la guerra de Malvinas sin la ayuda de Chile


 Un ex militar británico que fue el nexo del gobierno de Thatcher con la dictadura de Pinochet habló por primera vez sobre la importancia que tuvo ese vínculo para el resultado final de la guerra.

 Sidney Edwards, un ex militar de 80 años, habló por primera vez sobre el rol que tuvo en la guerra de Malvinas como un nexo entre Chile y Gran Bretaña. En una entrevista con la revista Qué Pasa, contó cómo fue su trabajo con la Fuerza Aérea de Pinochet y admitió: "La ayuda de Chile fue absolutamente crucial. Sin ella, habríamos perdido la guerra”.

 Si bien Chile adoptó públicamente una posición de neutralidad en el conflicto bélico, en 2012 se confirmó con documentos oficiales que apoyó a las tropas inglesas. Pero, de acuerdo al diario The Daily Telegraph, esta es la primera vez que habla alguien que estuvo directamente involucrado en las negociaciones.

 Edwards, que en 1982 tenía 47 años, fue elegido para ocupar un rol sensible debido a que tenía un manejo fluido del castellano. Como miembro de la Fuerza Aérea del Reino Unido había sido agregado militar en Madrid y eso le había dado experiencia en el manejo del idioma. Además, tenía experiencia en la coordinación de tareas de inteligencia con otros países.

 En la entrevista al medio chileno que funcionó como un adelanto del libro que va a publicar próximamente en Londres bajo el título “Mi guerra de Malvinas secreta”, Edwards dio detalles de su relación con la Fuerza Aérea Chilena. Al llegar a Santiago vestido de civil, debía negociar con su titular, Fernando Matthei, para conseguir el apoyo chileno. El general Matthei me dio la mano cálidamente. Me ofreció cooperación total dentro de los límites de lo práctico y de lo diplomáticamente posible. Enfatizó la necesidad de mantener el secreto. No pude creer la cooperación que logré con él y, por supuesto, con el resto de sus oficiales. Obviamente el general Matthei era un hombre muy pragmático y sabía dos cosas clave: que si Chile no nos ayudaba en la guerra, después los argentinos caminarían derecho a tomar las islas del canal Beagle. Lo otro es que Matthei sabía que ésta era una oportunidad ideal para conseguir armamento, inteligencia y otras cosas que normalmente no habrían conseguido”, reveló.

  Unos días después, Edwards ya tenía un documento de identidad falsificado, una licencia para manejar y acceso privilegiado a las oficinas de la Fuerza Aérea de Chile. Desde ahí, coordinó el uso de un radar de largo alcance en Punta Arenas, que permitía ver los movimientos aéreos en Ushuaia, Río Gallegos, Río Grande y Comodoro Rivadavia.“Mi opinión personal, y creo que es similar entre mis jefes del Ministerio de Defensa y la primera ministra Margaret Thatcher, es que la ayuda que logramos de Chile fue absolutamente crucial”, dice Edwards. “Sin ella, habríamos perdido la guerra”, consideró el militar retirado.

 Cuando terminó la guerra, el militar inglés se quedó unos días más en Santiago y se fue a festejar a una discoteca céntrica. “Muchos de nuestros colegas chilenos se nos unieron allá y parecían tan contentos como nosotros con la victoria”, remarcó.

 Al volver a Gran Bretaña, Edwards fue condecorado con la Orden del Imperio Británico por sus servicios. Como la participación de Chile en el conflicto fue secreta hasta hace dos años, los documentos oficiales no podían consignar dónde había estado durante esos meses.
 
Info News | Lunes 7 de julio de 2014.