14.7.15

La pasión según Malvinas




 A la censura militar no le gustaban las notas que Nicolás Kasanzew, corresponsal de guerra de la televisión argentina, enviaba desde el frente de batalla en las Malvinas.

 Prueba de ello es que un 95 % del material que grabara con su camarógrafo Alfredo Lamela, no sólo no fue emitido, sino que esta desaparecido y, muy probablemente, fue destruido.

 Tampoco le cayeron bien a los organismos de Inteligencia las fotos que el periodista sacaba con su Nikon personal, los siete primeros rollos que había enviado al Continente fueron confiscados y se esfumaron sin dejar trazas.

 Afortunadamente, las restantes fotos que tomo en sus ratos libres pudo irlas sacando en forma subrepticia de las Islas y son las que ahora ofrece en este libro.

 Las imágenes tienen, además del emotivo, un innegable valor histórico, por cuanto no son muchas las fotografías de la Guerra de Malvinas que hay en circulación, y las que hay son, en general, bastante trilladas y de baja calidad técnica y testimonial. 

 Es que, por un lado, los ingleses les quitaban a los soldados argentinos prisioneros las fotos que les descubrían. Y, por el otro, se las confiscaban también los servicios de Inteligencia argentinos en el continente, como parte del desesperado intento “desmalvinizador”, que pretendía hacer olvidar la Gesta Austral lo más pronto posible. 

 Propósito absurdo e injusto, que la publicación de estas fotos inéditas convierten en mas utópico aun de lo que siempre fue. Las escenas de la vida cotidiana de los combatientes que estas fotos muestran-además de contrastar marcadamente con las imágenes archiconocidas que se desempolvan cada 2 de abril-, son un momento gráfico perenne a los hombres que en 1982 lucharon contra un enemigo inmensamente superior por una causa nacional que nunca –sin lugar a dudas- perderá vigencia.

 Por su cobertura de la Guerra de Malvinas, Nicolás Kasanzew fue condecorado con la Orden a los Servicios Distinguidos del Ejercito Argentino y con la Medalla del Congreso de la Nación Argentina. El periodista, de origen ruso blanco, descendiente de oficiales del Ejercito del Zar, cubrió también conflictos bélicos en Nicaragua, Salvador, Líbano e Irak y trabajo en distintos medios de prensa nacionales e internacionales: CNN, Telemundo, NBC, y los canales 7, 11, 13 de Buenos Aires, entre otros.

 En 1982 publicó el libro Malvinas a Sangre y Fuego, que tuvo una tirada de 85,000 ejemplares y se encuentra agotado desde hace muchos años. Ahora, vuelve con una obra espectacular, con fotos reveladoras del conflicto: La pasión según Malvinas. A continuación uno de sus capítulos en exclusiva para los lectores de Tribuna de periodistas.

El tabú de una guerra

 Cuando durante la Primera Guerra Mundial fue derribado el as alemán Boelke, un avión británico arrojó detrás de las líneas del Kaiser una corona que llevaba esta inscripción: “En recuerdo del capitán Boelke, nuestro valiente y caballeresco adversario, de parte de la RAF”.

 La corona venía acompañada de una carta para el cuerpo de oficiales de la aviación alemana. La misiva rezaba: “Esperamos que encuentren esta corona. Lamentamos que llegue tan tarde, pero el tiempo nos ha impedido enviarla antes. Todos nosotros compartimos el duelo de la familia y los amigos del capitán Boelke y reconocemos su valor”.

 Los hombres cabales saben rendir justicia aun al enemigo, cuando éste lo merece.
¿Y a los propios compatriotas? ¿Cómo puede ser que a un cuarto de siglo de finalizada la gesta, la nación desconozca todavía los nombres de los pilotos que atropellaron a la flota inglesa? ¿Que no repare en sus propios ases de la aviación? ¿Cómo es que los argentinos no hemos desfilado, uno a uno, frente a esas casas donde todavía sangran los familiares de los héroes y no hemos dejado en cada puerta la corona de nuestro luto y nuestro orgullo?

 La Argentina tiene desde 1982 a su propio Barón Rojo, a su propio Douglas Bader, a su propio Piotr Nesterov... y no se ha dado por enterada. Lo cual —amén de ser una aberrante injusticia—priva a la nación de eso que históricamente fue el más sublime de los tónicos: el ejemplo de los héroes.
 Comportamientos heroicos individuales, los hubo en las tres fuerzas. Pero es obvio que los protagonizados por los “cazadores” son los más sobrecogedores. Y sin embargo, ¿cuántos argentinos saben que tres pilotos ostentan un formidable e idéntico récord: tres navíos ingleses puestos fuera de combate por cada uno?

 Dos de esos aviadores, en palabras de Antonio Caponnetto, “cruzaron los aires sin regreso, pero en las bases saben que hay estrellas convertidas en hangares”: el capitán García y el primer teniente Vázquez. El tercero sobrevivió a la guerra; se trata del entonces capitán Pablo Marcos Rafael Carballo, un audaz entre los audaces.

 De García y Vázquez se decía—recuerdo—que estaban cebados. Ninguna duda. Se habían acostumbrado a despanzurrar fragatas enemigas. Y es que los pilotos partían en misión siguiendo un riguroso orden, pero solia suceder que alguno —hombre al fin— se amilanara a último momento. (Al dia siguiente encontraria a su avion envuelto en papel higienico). ¿Quiénes eran entonces los que invariablemente se ofrecían como voluntarios —fuera de turno— para reemplazarlo? García y Vázquez.

 Este último había sido un suboficial que cursara la escuela de Aviación Militar. Su propio hermano supervisaba las refacciones del “Skyhawk”. que habitualmente volvía hecho un colador. Nada amedrentaba a Vázquez. Y así fue como cayó en cumplimiento de una misión digna de los protagonistas de Homero: la de averiar al portaaviones “Invincible”.
Los pilotos de combate argentinos se acercaban a la flota volando a ras del agua, a veces ala con ala para confundir a los radares enemigos, y depositaban sus bombas con tamaña temeridad, que en algunos casos rozaron el mástil del navío ingles en el escape! 

 Y para llegar hasta allí habían debido atravesar un erizo defensivo de proyectiles de todo tipo, que les descerrajaban las fragatas en cuanto los divisaban, Volando a casi mil kilómetros por hora en sus vetustos Skyhawk modelo 50, arremetían contra naves modelo 80, con una audacia que aun hoy provoca la admiración del mundo entero. 

 A veces ocurría que algún aparato de la escuadrilla atacante se desviaba al hacer la aproximación y salía a un costado de la escuadra. Entonces, invariablemente, el “cazador” hacía “reempleo”, o sea: efectuaba el viraje para arremeter una vez más. Sólo que —alertada la flota por la acometida de los demás aviones— el piloto que había errado el rumbo era generalmente abatido.

 ¿Y por qué hacia “reempleo” el aviador en lugar de volver a su base? Porque su sentido del honor le impedía volver con los bombas: debía a toda costa descargarlas sobre el enemigo.
 “Escuché que preguntaban si nos drogábamos antes de enfilar a una muerte casi segura. —me dijo encrespado el capitán Carballo—. Si, íbamos drogados. Esta era nuestra droga”. Y con gesto vehemente sacó de su cuello un rosario.

 Es que los ¨halcones¨ combatían como sólo pueden hacerlo los hombres que creen en la resurrección. Salían al ataque confesados y comulgados: de ahí que no le temian a la muerte. No había nada mas peligroso que un piloto argentino recien confesado.
Carballo —“el capitán Cruz”— ostenta el record de 20 horas de combate real contra buques y aviones britanicos. Tres veces fue alcanzado su avión con munición enemiga, e inclusive un misil explotó debajo del ala izquierda de su A4-B, pero sin lograr derribarlo.

 ¿Qué experimentaba un “halcon” al aproximarse a la flota? “Sentís una explosión a la. derecha: le dieron a tu camarada. Otra a la izquierda: sucedió lo mismo. Y sabes con toda certeza que la única chance de salir es embocando las bombas en el puente mismo de la fragata. Sólo habiéndola tocado, la confusión que se produce puede permitirte hacer el escape”.
 Al principio de la guerra, casi ningún piloto dormía. Por la noche permanecían de guardia, al amanecer presenciaban la salida de las misiones, luego esperaban el retorno, y al producirse éste, todavía se quedaban en pie hasta averiguar los nombres de los caídos.
Algunos estaban nerviosos. Otros, en cambio, francamente felices.

 Varios acababan de abandonar la vida civil. El comandante de Aerolíneas Argentinas Musso cambió su "mastodóntico" Boeing por un afilado Dagger, aparato mortífero y vulnerable a la vez, ya que su tobera de gran tamaño atrae muy especialmente a cuanto misil ande rondando. Musso arremetió contra la flota en cinco misiones.

 Si estos episodios nos hacen vibrar, ¿qué decir entonces de la hazaña del “transportero” metamorfoseado en bombardero? Ya hacia el fi-nal de la contienda, un Hércules C-130 atacó el buque petrolero, curiosamente homonimo, “Hércules”, encargado de abastecer a los ingleses, dañándolo con el maravillosamente simple procedimiento de abrir la puerta de carga y empujar a través de ella varias bombas. Días más tarde el petrolero se hundió.

 Al igual que en las otras armas, en la Fuerza Aérea la Argentina tiene héroes muertos y héroes vivos. Tanto unos como otros conforman el corazón moral del país. Los Guadagnini, Ardiles, García Cuerva, Bustos, Castillo, Palaver, así como los Carballo, Velazco, Filippini, Mir Gonzalez, Puga, Robles han protagonizado combates épicos, proezas individuales que relatadas a nuestros hijos van a forjarles el espíritu que un país vital reclama.

 Para eso, todos los nombres deben ser glorificados, todos los detalles ampliamente difundidos. La nación debe conocer a sus héroes. Es lo único que puede elevar la temperatura moral del país, e impedir que siga avanzando hacia la desintegración.
Se debe hacer un culto de esa virtud esencial que es el valor, tanto el guerrero como el civil. Una virtud particularmente honrosa y necesaria, por cuanto es la salvaguarda del ser nacional.
 Y si bien la frustración de la derrota y la estafa propagandística han llevado a negarles a los héroes el reconocimiento merecido, nosotros, los civiles que hemos vivido ardientemente esta guerra por una causa noble, esperamos vivir también la apoteosis de la justicia, cuando la nación entera aclame a los defensores de su soberanía. Cuando se vengan abajo los balcones de Buenos Aires vitoreando a los veteranos de la Gesta Austral, en ese desfile tan larga e injustamente adeudado.

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✒ Periódico Tribuna | 13 de mayo de 2008.  
http://periodicotribuna.com.ar/3825-la-pasion-segun-malvinas.html

7.7.15

La historia de 18 jóvenes que secuestraron un avión para pisar Malvinas

Hace 45 años, el "Operativo Cóndor" tuvo en vilo al país; un grupo desvió un vuelo de Aerolíneas y plantó bandera en las islas.

Los 18 jóvenes del comando Cóndor tocaron suelo de Malvinas
el 28 de septiembre de 1966.
 El vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas partió desde Aeroparque con destino a Río Gallegos. Pero nunca llegó. Entre sus pasajeros viajaban de incógnito 18 jóvenes, 17 hombres y una mujer, con una misión. Pasaban inadvertidos, incluso alguno camuflado bajo una sotana. También ocultas llevaban las armas. Cuando sobrevolaban Santa Cruz, dos de ellos se acercaron al piloto y lo intimaron a desviar el avión con rumbo "uno-cero-cinco". Según las cartas aeronáuticas, esa ruta los conduciría a las Malvinas.


 El "Operativo Cóndor", así lo bautizaron sus miembros, se puso en marcha el 28 de septiembre de 1966, una fecha que quedó grabada en la memoria de la presidenta Cristina Kirchner, que en aquel momento tenía 13 años. "Fue muy conmocionante en mi hogar", dijo hace pocos días al presentar lo que será el museo de las islas y señalar que se contará "la historia completa".

 Aquellos jóvenes tenían todo calculado: el secuestro de la nave, el aterrizaje sorpresa en el hipódromo de Puerto Argentino, la tarea asignada a cada miembro del grupo. "El objetivo de mínima era simbólico y el de máxima, recuperar las islas", expresa a LA NACION Ricardo Ahe a sus 66 años, uno de los integrantes del comando. Aunque no todo salió como se esperaba, el grupo consiguió plantar bandera en las islas, cantar el Himno Nacional e instalar la cuestión en los diarios.

 La fecha elegida tampoco fue arbitraria. Cuando la noticia llegó a Buenos Aires se encontraba de visita el duque británico Felipe de Edimburgo, en un viaje protocolar que incluyó un partido de polo con el presidente de facto, Juan Carlos Onganía. A pesar de que fueron calificados de "piratas" por las autoridades argentinas, los "cóndores" que aún viven recuerdan a su accionar como la mayor de las hazañas. "Nunca pude borrarlo de mi cabeza", señala Juan Carlos Bovo al recordar sus días en Malvinas, cuando tenía 21 años. "Cuando aterrizamos, sabíamos que podíamos no volver, pero esa tierra era nuestra y nos llenó de orgullo", agrega otro de los miembros, Fernando Lizardo.

Finalizada la misión fueron acompañados por el cura de las islas al
buque Bahía Buen Suceso. Foto: http://operativo1966.blogspot.com

Los preparativos

 El líder y mentor de la misión fue Dardo Cabo, de 25 años, dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). La única mujer del grupo era Cristina Verrier, una dramaturga y periodista, (además de rubia y atractiva, dicen quienes la conocieron). Ambos entablaron una relación tras una entrevista para la revista Panorama, y empezaron a soñar con las Malvinas.

 Fue la pareja la que elaboró el osado plan. Enseguida, encontraron a un buen puñado de seguidores que no superaban los 28 años. El grupo estaba conformado por integrantes de la Juventud Peronista, de sectores nacionalistas y organizaciones gremiales. "Las Malvinas estaban en el imaginario de todos nosotros en los 60. La Argentina no estaba completa sin las islas", explica Ahe.

 De a uno, de a dos, los integrantes del comando fueron sumándose al operativo y recibiendo directivas en esporádicas reuniones secretas. No se vieron todos juntos hasta el día del vuelo. "Ninguno de nuestros parientes sabía a dónde íbamos a ir", relata Lizardo, por entonces un empleado de 20 años. El se enteró de la partida del vuelo cinco horas antes de subirse al avión.

 Tampoco sabían que contarían como compañero de ruta al director del diario Crónica, Héctor Ricardo García, quien sin conocer el plan en detalle, lo documentó y más tarde lo revivió en uno de sus libros.

Algunos de los jóvenes custodiando el avión.
Foto: http://operativo1966.blogspot.com
El vuelo

 El cuatrimotor DC-4 de Aerolíneas partió apenas comenzada la madrugada del 28 de septiembre. Todo transcurrió con normalidad hasta la mañana, cuando sobrevolaban Puerto San Julián, en Santa Cruz. "A las 6.30, Dardo Cabo y un compañero se acercaron a la cabina y le dijeron al comandante que cambiara el rumbo para ir a las islas. «Vamos muchachos déjense de joder y siéntense», les respondió risueño el piloto Ernesto Fernández", recordó a este medio otro "cóndor", Fernando Aguirre. "Cuando lo encañonaron, se dio cuenta de que iba en serio y se mostró colaborativo", agrega.

 El aterrizaje del comandante Fernández resultó ser una hazaña: debió frenar en menos de 800 metros, tras esquivar cables de alta tensión en un hipódromo ubicado cerca de la casa del gobernador de las islas. En la "pista" ya había descendido el aviador Miguel Fitzgerald en 1964, cuya aeronave será expuesta en el memorial de Malvinas que se prepara en la Argentina. "Jamás olvidaré la sensación cuando nos deslizamos fuera del avión y tocamos el suelo de las islas", recuerda Bovo. Eran las 9 de la mañana del 28 de septiembre cuando sintieron el aire polar.

El avión posado en territorio de Malvinas, según revelaron medios
de aquel entonces. Foto: http://operativo1966.blogspot.com
En las islas

Para cuando la nave se detuvo, a su alrededor había algunos isleños curiosos, que fueron capturados como rehenes por el comando. Los jóvenes plantaron bandera y rebautizaron a la ciudad como "Puerto Rivero", en honor al gaucho, en una proclama que llegó a Buenos Aires y conmocionó al país.

"Para la misión estábamos divididos en tres grupos: una parte iba a la casa de gobernador, otra al centro cívico y otra al centro militar. Controlando eso, tomábamos las islas", dice Bovo. Pero no todo salió como esperaban. Pronto se vieron cercados por unos 50 integrantes de la Fuerza de Autodefensa de las islas y debieron atrincherarse en el avión. Desde allí se inició una tensa negociación en la que intervino el sacerdote de la isla, el padre Rodolfo Roel.

Como primera medida se acordó que los pasajeros del avión fueran alojados en casas particulares del pueblo. Pero aún quedaban los rehenes locales en manos del comando armado, el cerco de efectivos rodeando el avión y la expectativa por la reacción de las autoridades argentinas. "Onganía emitió un comunicado diciendo que nos iban a aplicar todo el rigor de la ley y nos calificó de piratas. Sin embargo, después supimos que hubo una efervescencia popular, de estudiantes y trabajadores que apoyaban la gesta nacionalista", asegura Ahe.


Tras horas de tensión, las partes llegaron a un acuerdo. Aguirre relata: "El padre Roel nos dijo que había dialogado con las autoridades de la isla para encaminar la cuestión de manera pacífica. «Han cumplido el objetivo - nos dijo el sacerdote-. Plantaron la bandera argentina en estas tierras y pusieron el nombre de Malvinas en la primera plana de los diarios»".Nosotros debíamos liberar a los rehenes y deponer las armas y ellos nos darían asilo en la iglesia local. "Hasta hicimos una misa en castellano", recuerda.

Fue entonces cuando los jóvenes solicitaron entregar las armas al piloto de Aerolíneas Argentinas. "No queríamos reafirmar la soberanía de los ingleses", detalla Aguirre. Al día siguiente, los 19 jóvenes se embarcaron en el buque Bahía Buen Suceso. Apenas se alejaron de la costa, fueron arrestados y pasaron nueve meses presos en Rio Gallegos.

Tras salir en libertad, los integrantes del comando acordaron que cada uno retomaría su camino. Cristina y Dardo tuvieron una hija, que, de acuerdo a las fechas, fue concebida en alguna de las visita mientras estaban en prisión. Él, tras integrar Montoneros, desapareció durante la última dictadura militar y ella decidió recluirse.

La noticia que LA NACIÓN publicó el 29 de septiembre de 1966
Del resto del grupo, algunos prosiguieron su militancia durante los 70 y otros conservaron un bajo perfil. Los que aún viven, mantienen esporádicos contactos. "Sin compañerismo y ese sentimiento compartido por las Malvinas, no hubiéramos podido lograr la gesta", reflexiona hoy Lizardo. "La entonación del himno frente a la bandera fue lo más solemne y emotivo", señala Aguirre. Como sus compañeros, recuerdan vívidamente la sensación tocar la tierra de Malvinas con el viento helado cortándoles la cara.

✒ Maia Jastreblansky | La Nación | Jueves 29 de marzo de 2012. 
http://www.lanacion.com.ar/1457899-la-historia-de-18-jovenes-que-secuestraron-un-avion-para-pisar-malvinas