18.7.16

¿Qué escondió Belgrano en una iglesia?


Un cura limpiaba una capilla en Bolivia y encontró dos elementos enrollados en la madera de un cuadro que le llamaron la atención 


 Luego de la derrota en las pampas de Vilcapugio en octubre de 1813, Manuel Belgrano estableció su cuartel general en Macha, un pueblito perteneciente al departamento de Potosí en Bolivia. Se encuentra ubicado a unos once kilómetros en línea recta de Ayohuma, lugar donde luego se desarrolló la fatídica batalla para los patriotas en noviembre del mismo año.

 En 1881, en un pequeño paraje llamado Titirí, a unos pocos kilómetros de Macha, el cura de la capilla limpiaba y ordenaba el lugar. Le llamó la atención un cuadro de Santa Teresa. Lo descolgó, desarmó el marco y descubrió que había dos banderas enrolladas en la madera. Al desenrollarlas, comprobó que estaban rotas, tenían rastros de pólvora y algunas manchas de sangre, además del lógico desgaste natural. Tenían una particularidad: una era celeste, blanca y celeste (ver foto), mientras que la otra era blanca, celeste y blanca.

 El cura las enrolló nuevamente y volvió a colgar el retrato. Dos años después, fueron nuevamente halladas por su sucesor, el padre Primo Arrieta (posiblemente informado por el anterior cura), y las hizo trasladar a Sucre.

 ¿Cuál es el misterioso origen de estas banderas? No se sabe con certeza. Pero la mayoría de los especialistas opina que están relacionadas con el general Belgrano. Este grupo mayoritario de historiadores avala la teoría de que el comandante ordenó al coronel Cornelio Zelaya que escondiera las banderas del ejército patriota para que éstas no cayeran en manos de los enemigos. ¿Habrá sido después de la derrota de Vilcapugio o luego de ser vencidos en Ayohuma? En ambos casos, pasó por Macha.

 La humilde capilla rural era dirigida por el cura Juan de Dios Aranívar. Se especula que el coronel Zelaya se presentó ante el párroco y le dejó a su cuidado las dos banderas para que las escondiera de los realistas. Algunos relatos sostienen que fue el propio Belgrano quien estuvo de paso por la capilla, ya que era amigo del sacerdote. Otra posible teoría es que el mismo párroco haya participado en la campaña, y ante la retirada patriota, escondió las banderas sin el conocimiento del general.

 Algunos historiadores simplemente descartan la posibilidad de que éstas, sean las banderas que hayan pertenecido al ejercito del Norte o auxiliar del Alto Perú.

 Una de las dos banderas fue devuelta por el gobierno boliviano en 1896 (la celeste-blanca-celeste), hoy se encuentra en el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires. El ejemplar blanco-celeste-blanco continúa en el Museo Casa de la Libertad de Sucre.

(*) El texto pertenece al blog Historias Inesperadas, donde el autor, historiador y periodista argentino, da cuenta de relatos, hallazgos y evocaciones del pasado



✒ Daniel Balmaceda | La nación | Lunes 18 de julio de 2016.

8.7.16

Islamofilia, una tendencia creciente


 Con el término “islamofilia” me refiero a la tendencia, creciente en las sociedades occidentales, a presentar una visión condescendiente con el fundamentalismo islamista. Para el dogma del multiculturalismo, hoy en día dominante, todas las civilizaciones son iguales, o mejor dicho, todas las civilizaciones siempre que no se trate de la occidental, de raíces judeo-cristianas, merecen la mayor de las consideraciones. Poco importa que muchas de estas civilizaciones presenten rasgos bárbaros, intolerantes o excluyentes que puedan entrar en conflicto con otros “dogmas” progresistas, como puedan ser el feminismo, el ecologismo o el lobbismo gay. Un ejemplo palmario de esto lo observamos en el caso del mundo islámico. Poco importa que una nada despreciable del mundo islámico se corresponda con los contornos de una civilización verdaderamente patriarcal (en terminología de género), homófoba , teocéntrica y que desconoce los más elementales derechos humanos. En el caso del islam, cualquier contradicción performativa entre realidad e idealidad se justifica con los más diversos argumentos. La nueva izquierda apunta al “imperialismo” ya sea éste el clásico (en la línea de Lenin o Rosa Luxemburgo) o el neo-imperialismo (la teoría de Negri y Hardt) como causas últimas del fundamentalismo islámico. Se trata de un visión condescendiente y claramente exculpatoria del terrorismo (en la línea ya marcada por Fanon en su libro “Los condenados de la tierra”) y que busca “culpabilizar” a occidente de los males que padece. A la violencia “estructural” que impone el capitalismo al tercer mundo, le seguirían formas de violencia “subjetiva”, estallidos incontrolados de ira por parte de una civilización oprimida (la musulmana). Tampoco faltan quienes “culpan” a occidente por desconocer la verdadera “faz” pacífica y tolerante del islam. Según esta visión incluso la etimología de la palabra islam no tiene nada que ver con la “sumisión”, si no el vocablo árabe “salam” ( paz). Los episodios de violencia que se recogen en el coram deberían ser contextualizados (la belicosa península arábiga anterior al profeta Mahoma) y se presentan pasajes del coram que apuntan a la idea de la limitación de la violencia. Finalmente también hay quienes limitan el fundamentalismo a una pequeña parte del mundo islámico (salafismo), sobrevalorando claramente las tendencias (sufismo) más tolerantes del islam
 Hemos llegado a un punto en que cualquier crítica, por ponderada y mesurada que sea, hacia la incapacidad del islam de secularizarse es considerada una manifestación de islamofobia. Parece como si el único peligro fundamentalista en el mundo proviniera del cristianismo o de lo que ellos llaman, con gran imprecisión conceptual, neo-liberalismo.
 Una característica de la nueva izquierda radical es su odio marcado a la civilización occidental y su tendencia a contemporizar con su principal enemigo hoy en día; el islamismo radical. El siglo XX, según Adorno y Horkheimer en su obra “Dialéctica de la ilustración”, es un siglo dominado por la barbarie de la racionalidad instrumental o teleológica, que tiene su plasmación política más espeluznante en la “ilógica- lógica del campo de concentración” y otras formas de bio-política que denunciaban Foucault o más recientemente Giorgio Agamben. Esta crítica de la racionalidad instrumental ha llevado a algunos a una crítica sin matices de la civilización occidental y a un nihilismo civilizatorio que lleva a establecer una falsa identidad entre civilización occidental y barbarie, olvidando ciertos logros como el ideal democrático, los derechos humanos e incluso la propia conciencia crítica civilizatoria
 Desde entonces dicha izquierda ha tendido a realizar una crítica global y sin matices de la ilustración, lo que ha llevado a ciertas alianzas estratégicas entre ésta y sectores fundamentalistas y reaccionarios de la religión islámica. No es menos cierto que occidente, en nombre del “progreso” y la “civilización” ha cometido excesos y crímenes, que nos avergüenzan a todos. Sin embargo hay una radical diferencia con la barbarie fundamentalista, de corte islamista. Los excesos de occidente, que algunos atribuyen a la propia lógica de esa visión instrumental de la racionalidad, son, a mi juicio y al de pensadores de la segunda generación de la escuela de Frankfurt, como Habermas o Apel, desviaciones patológicas del ideal emancipador de la ilustración, nunca paradigmas de su programa liberador. En cambio el fundamentalismo de corte islamista, no deja de obedecer a una lógica totalitaria, que intenta imponer su cosmovisión, o doctrina comprensiva en terminología de Rawls, al conjunto de la sociedad.

✒ Carlos Barrio | El Club de los Viernes | Viernes 8 de julio de 2016.
http://www.elclubdelosviernes.org/islamofilia

6.7.16

La farsa del “martirologio” de los curas palotinos


 Por segunda vez en muy poco tiempo me siento presa de la desolación. Temo caer en una suerte de desierto espiritual. Cuando las sorpresas, impensadas, nos la depara la Iglesia, se reabren heridas que creíamos cerradas para siempre. Poco importan los golpes que nos pueda asestar algún político falaz; éstos nos resbalan sobre las heridas. Pero los que provienen de la misma Iglesia, no.
 En un curioso neo martirologio, que va in crescendo y no paree detenerse, se proclama, ahora, mártires a los cinco religiosos palotinos asesinados el 4 de julio de 1976 en la Parroquia de San Patricio, en Buenos Aires. Siempre creí que mártires son aquellos que mueren asesinados por odio a la fe verdadera. En el caso de los palotinos -crimen abominable, por cierto- me pregunto si fueron asesinados por odio a la Fe Católica o a la fe en Carlos Marx, Trozky, Stalin, Fidel, Mao o el Che.
 Tengo personalmente una idea, que comparten algunos obispos, muchos sacerdotes y muchos laicos, sobre quienes murieron mártires, efectivamente, durante la tremenda guerra que se libró en Argentina en los años setenta. No los voy a nombrar porque respecto de uno de ellos me comprenden “las generales de la ley”. Pero eso sí, no puedo dudar de las razones que tuvieron sus asesinos porque ellos mismos se encargaron de hacer llegar una carta, una especie de “certificado”, en la que aseguraban que los habían matado por considerarlos “soldados de Cristo Rey”. Esta frase estaba estampada en medio de sacrílegas burlas sobre su religiosidad. La carta a la que aludo ha sido publicada y reproducida en varios libros y revistas en el transcurso de más de cuarenta años.
 En cuanto al crimen de los palotinos ya en aquellos años se sabía que en la Parroquia de San Patricio funcionaba una suerte de célula de la organización terrorista Montoneros. Con total impunidad y desvergüenza lo han “certificado” algunos de sus miembros que sobrevivieron a la llamada “masacre de San Patricio”. Voy a transcribir uno solo de esos “certificados” para no alargar la nota; pero todos están publicados en distintos libros, artículos, portales de internet, al alcance de quien los quiera consultar.
 La Revista 3 Puntos, en su número 133, del 20 de enero de 2000, Sección lectores, aparece la respuesta a una nota de Miguel Bonasso (montonero confeso) publicada en el número anterior de esa misma revista, del ex Oficial Primero Montonero, Ernesto Jauretche, escritor y periodista, militante desde 1955 en el peronismo de izquierda. En esa respuesta escribía Jauretche:
“La sorpresa de leer un testimonio que me involucra remueve mis recuerdos. La vibrante anécdota de ese día de mayo del 76 que relata Bonasso en el número 132 de 3 Puntos,  tiene, sin embargo, otras aristas no comentadas en la brevedad del texto publicado. Es cierto que estuvieron esperando mi llamado de control. Pero no lo es menos que mi tarea de ese día consistía en atravesar todo Buenos Aires trasladando en unRapiflex el mimeógrafo y un abultado paquete de originales de Evita Montonera hasta una parroquia palotina de la calle Estomba. Tiempo después el grupo de sacerdotes que me recibieron, conocidos hoy como víctimas de la intolerancia religiosa, sumaron sus nombres a la vasta nómina de mártires montoneros. Con más ánimo de agregar detalles que de acometer un tardío alegato para justificar mi falta, debo aclarar que al regreso no pude ver la macetita en el alféizar de la ventana del sexto piso que indicaba “aquí estamos; todo en orden” porque, lógicamente, la habían retirado mientras transcurría la “emergencia” que Miguel relató y que yo observaba alelado desde una mesa del café de la vereda de enfrente”.
 El texto se comenta solo.
 Hay otra cuestión sobre la que quiero detenerme. Como el crimen de los palotinos suele habitualmente imputarse a un grupo de tareas de la ESMA, es muy interesante leer la declaración indagatoria del Capitán de Fragata Antonio Pernías ante el juez Torres en mayo de 2006, publicada por su defensor, Florencio Varela en el portal de internet Harry Magazine (http://www.harrymagazine.com/200605/recordando.htm). Dicha declaración abunda en detalles sobre las actividades de diversos montoneros (varones y mujeres) vinculados con la causa de los Palotinos.
 Esta imputación a la Marina nos pareció siempre un tanto inconsistente a los que vivimos muy de cerca, en aquella época, los acontecimientos. Unos días antes, una joven, Ana María González, de apenas dieciocho años, miembro activo de Montoneros, fingiendo estrecha amistad con una de las hijas de la que sería su víctima, compañera de colegio, aprovechó la confianza que la familia había depositado en ella y colocó un explosivo debajo de la cama del entonces Jefe de la Policía Federal, Gral. Cesáreo Cardozo. Fue el segundo jefe de la Policía Federal asesinado por la guerrilla en aquella época; el primero había sido el Comisario Alberto Villar muerto un año y medio antes en uno de los más resonantes atentados de Montoneros. Al parecer la Policía Federal en sus investigaciones llegó a conocer el lugar donde se había refugiado Gonzalez después del asesinato de Cardozo: no era otro que la Parroquia de San Patricio. Más aún: dos días antes de la masacre de los religiosos ocurrió otra masacre. En efecto, el 2 de julio de 1976, Montoneros colocó una bomba en el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía Federal, atentado en el que murieron veintitrés personas y sesenta quedaron heridas.
 Teniendo en cuenta estos antecedentes que acabo de enumerar siempre me incliné a creer, como más probable, otra versión que circuló por aquellos días, a saber, que los palotinos fueron asesinados por un grupo de policías federales, desbordados, que actuaron por su cuenta en venganza del asesinato de Cardozo y de la bomba en el comedor de Seguridad Federal que fue la gota que rebalsó el vaso.
 Las crónicas de esos días consignaron dos frases escritas por los asesinos en el suelo de la parroquia. Una decía: Estos eran zurdos que envenenaban las mentes vírgenes. La otra rezaba: Esto es por los muertos en el comedor de la Policía Federal. La tesis de la represalia policial la sostienen, también, L. Wiernes y P. Torres, en su obra Policía y Montonero, publicada en 2010, en Buenos Aires por la Editorial Tutchei Tansec.
 Esto certifica los motivos que movieron a los asesinos de los cinco religiosos que, como se ve, no fue el odio a la fe.
 Desde el primer momento se dijo, también, que algunos de los muertos no pertenecían a Montoneros y que, por tanto, eran inocentes. Pero es muy difícil sostener esta inocencia: el haber refugiado a Ana María González los hace cómplices a todos.
 Por último quiero agregar que muchos de los que formaron parte de Montoneros provenían de los mismos círculos católicos a los que pertenecíamos mi marido y yo. Siempre me pregunté qué o quienes llevaron a transitar el camino de Cristo a Carlos Marx a numerosos jóvenes de mi generación a la que siempre llamé la generación partida. La respuesta es siempre la misma: los sacerdotes tercermundistas comprometidos con la lucha armada. Sigo esperando que nuestra Santa Madre la Iglesia, institucionalmente, revise este maridaje inaceptable entre el evangelio y el marxismo violento y militante.
 He escrito esta nota en un tono quizás demasiado personal. Es que se trata no de la historia que leí sino de la que viví.
✒ María Lilia Genta | Prensa Republicana |  miércoles, 6 de julio de 2016.
http://prensarepublicana.com/neo-martirologio-la-otrora-iglesia-clandestina-se-suman-cinco-candidatos-mas-maria-lilia-genta/