9.10.17

Un libro revela la presencia de gauchos argentinos en las Malvinas


 Llegaron en 1820 después de la ocupación española de las islas. Quedan rastros de los corrales que armaron y acuarelas de la época que muestra cómo vivían.

 Un libro de reciente aparición cuyo título es Gauchos de Malvinas ofrece desde el inicio una doble lectura: artística como política. Por empezar, porque su autor, el ambientalista Marcelo Beccaceci y autor de distintos libros sobre la Patagonia, encontró una colección de acuarelas que datan de mediados del 1800 y que muestran la vida de estos peones de campo que vivieron en el actual territorio continental argentino y en Uruguay. Pero por otra parte, como dijo Beccaceci a Clarín, porque el libro "rescata una parte de una historia que duró más de medio siglo y estaba olvidada o desconocida".

​ De hecho, pocos saben que muchos de esos gauchos terminaron viviendo como pordioseros, algunos muertos allí y en tumbas sin identificar, recordó Beccaceci.

 Aquellos gauchos de Malvinas que en el pasado se conocían como argentinos o uruguayos, y luego pasaron a ser "Spaniards", fueron conocidos después de la guerra de 1982 bajo el genérico de "sudamericanos" por una historia oficial que construyeron los isleños, reacios a cualquier reconocimiento de Argentina.

Uno de los ranchos que construían los gauchos aún se mantiene en pie.
 Su llegada se remota a 1820, durante la ocupación española del archipiélago. En el libro se pueden leer documentos, censos y transcripciones de listas de necesidades confeccionadas en la vieja colonia.

 Como una que data del 2 de febrero de 1824 con la expedición dirigida por Pablo Areguatí, a quien acompañaba Emilio Vernet, hermano de Luis -último gobernador que respondía a Buenos Aires- y que llevó a las islas en la goleta Rafaela y el bergantín Fenwick, 26 gauchos y cinco caballos. De otro documento de 1825 del propio Luis Vernet se desprende un contrato con varios gauchos que debían ser utilizados para "las matanzas de ganados vacuno y caballar", que el algún momento fueron "plaga". También debían cuidar la hacienda mansa, construir corrales -aún hoy en pie algunos de ellos- construir ranchos, y hacer lazos, cinchas, caronas. Todas palabras usadas por los isleños de origen británico, pero también hoy en extinción. 

Una de las acuarelas encontradas en el por Beccaceci que muestran
 la vida cotidiana de los gauchos en Malvinas.
 Entre las perlas de este libro se encuentran una serie de acuarelas sobre la vida cotidiana y aventuras de los gauchos hacia mediados del 1800 que retrató William Dale, hijo de Johh Pownall Dale, quien fue el primer gerente de la Falkland Islands Company. Beccaceci las encontró en los archivos británicos en Buenos Aires. En estas se aprecian interiores de la vida gaucha: la ronda del mate en los fogones, la pava, el porongo, la bombilla; y a ellos vestido con bombachas, chiripá, y el infaltable poncho. Las paredes tienen colgadas boleadoras, lazos, tientos. Cuelgan partes de res. Hay gauchos que usan el rojo federal. En los ambientes de estas acuarelas hay cuchillos, el candil con su vela y perros, sus compañeros.

 Hay escenas de gauchos lanzando boleadoras, enlazando el ganado y cortando la res para hacer un asado con cuero a la luz de la luna. Una de las etapas que aborda el libro es la de la empresa de Lafone. Hacia 1843, se ordena traer más gauchos de Montevideo.

 Y no faltan los problemas, como la famosa sublevación llevada a cabo por el gaucho Rivero, enraizada en la mala paga y el maltrato que recibía el gaucho y que el kirchnerismo buscó de manera polémica establecer como un ejercicio de soberanía, porque izó una bandera argentina tras haber asesinado a la patronal.

 El auge de la industria textil, la nueva colonización británica de Malvinas representó también la irrupción del ganado ovino en las islas, y con ello el ocaso de la razón del ser del gaucho argentino y uruguayo.


✒ Natasha Niebieskikwiat | Clarín | Lunes 9 de octubre de 2017.

Natasha Niebieskikwiat en Twitter @natashanieb

8.10.17

El mito del Che, cincuenta años después


 Si bien tanto la representación del extinto dictador cubano Fidel Castro como la del supérstite hermano Raúl son hoy cuestionadas incluso por personalidades provenientes de la más recalcitrante izquierda internacional, en sentido contrario y sin advertir la contradicción, Ernesto Guevara de la Serna, partícipe necesario, cómplice y arquitecto adjunto del totalitarismo aún vigente en la desdichada isla, lejos de padecer críticas equivalentes a los tiranos mencionados, con los años se ha tornado en una suerte de santo laico, venerado con idéntico fervor tanto por marxistas de estricta observancia como por la prensa bienpensante, figurones de la farándula, panelistas de televisión, campeones del deporte y hasta sedicentes defensores del capitalismo que, aunque "no necesariamente compartan sus ideas", admiran al hombre que se jugó "por un mundo mejor". La corrección política en boga, siempre presta a congraciarse con cualquier manifestación de la agenda progresista, advirtió que el Che facilita mucho las cosas: es más cómodo rendirle culto a un fallecido revolucionario joven y buenmozo antes que a un tirano octogenariamente reblandecido que expiró con los pañales sucios en el hospital, aunque Fidel y Ernesto hayan sido socios o cómplices en crueldades y felonías.

 El Che Guevara es un mito, pero no es un mito más. Su figura ha llegado a tan alto grado de adhesión o aceptación que logró traspasar todas las clases sociales y culturales sin mayores distinciones ni ambientaciones. Su efigie puede ser colgada tanto para adornar una pocilga periférica como la pared de un pub, una discoteca o un restaurante ubicado en el barrio más elegante de cualquier capital occidental. Su imagen es capaz de levantar deferencia tanto en la facultad de filosofía como en las banderas futboleras de las hinchadas domingueras. En suma, su estampa puede servir para identificar tanto a una célula terrorista como para promocionar una marca de latitas de gaseosas.

 ¿Cómo ha logrado Guevara constituirse en un mito de tamaña elasticidad e intensidad? Va de suyo que no existe una, sino múltiples causas que, azarosamente o no, confluyeron apuntando en una misma dirección. El Che no escapó a ninguno de los componentes que poseen los mitos pop del siglo pasado: murió joven, en medio de la fama, fue rebelde, aventurero y además era fisonómicamente atractivo. Su rostro eternamente juvenil no tuvo la desgracia de envejecer ni él tampoco pudo ver sus ideas pudrirse tras su aplicación sostenida en el tiempo.

 Ocurrió que, al morir el Che, de inmediato Fidel Castro se encargó de usarlo y canonizarlo, elevando al difunto al pedestal de los comunistas imperecederos, con el valor agregado de que Guevara era fotogénico y acorde con la estética desaliñada del rock and roll que tanto enfervoriza a las generaciones de las últimas décadas. Vale decir, Castro supo utilizar su figura para perpetuar la continuidad visual o comunicacional de un precámbrico régimen que ya no hace soñar a nadie. Ironías de la biografía del Che: quien en vida fuera un pésimo embajador, al morir se convirtió en el inmejorable representante planetario de la Revolución cubana.

 Si de elementos míticos adicionales se trata, probablemente el que dio mayor vigor a la sacralización de Guevara fue el hecho de que haya muerto en el fragor de su aventura guerrillera. De esta manera, se impuso a fuego la máxima a la que permanentemente recurren sus justificadores: "El Che murió por un ideal". Argumento efectista pero pobre, puesto que lo trascendente en Guevara no es que haya muerto por sus ideas, sino que haya fusilado inmisericordemente por imponerlas, siendo además que los muchos hombres que él ejecutó no han gozado de la misma gloria póstuma de la que sí usufructuó el endiosado homicida al que medio siglo se le rinde pleitesía. Pero el Che no debería ser juzgado por cómo murió sino por cómo vivió. O en todo caso, por la cantidad de gente que él mató cuando vivió. Pero ocurre que a la izquierda y sus personeros se los juzga por sus objetivos, supuestamente nobles, y no por sus resultados, comprobadamente desastrosos, que en definitiva son lo único importante: todo lo demás es relato.
Aunque tras los primeros años de su muerte Guevara obró de guía y mito conducente de las guerrillas de los años setenta en América Latina (ERP y Montoneros en Argentina, Tupamaros en Uruguay, el MIR en Chile, Sendero Luminoso en Perú o las FARC colombianas), en el nuevo siglo, en cambio, el Che ha dejado de ser un referente del terror revolucionario para convertirse en un fetiche estético del esnobismo progresista.

 La percepción visual es mucho más poderosa que la oral y el mito guevariano alcanzó tamaña envergadura en parte gracias a la repetición de su favorecido rostro, notablemente explotado a partir de la foto tomada en La Habana por el fotógrafo Alberto Korda. La contingencia quiso que esa expresiva foto gustara y ella viene siendo reproducida hasta el paroxismo a través de una avalancha de posters, calcomanías, almanaques, camisetas, billetes, estampillas, grafitis, postales, banderines y ahora, en fluorescentes flyers de Instagram o Facebook que intentan ofrecer rebeldía virtual en la web 2.0. Pero ninguno de los jóvenes que fija la foto de Guevara como perfil en Twitter sueña con tener una libreta de racionamiento, ni con una sociedad en donde el pasaporte sea una prerrogativa otorgada a discreción por el comisario político de la Nomenklatura. "¡El Che vive!" postean sus afectos en el #hashtag de la red. Pero el Che vive porque está muerto y lo que lo hace destacar en nuestra época es que no pertenece a ella.

 Pero si hay algún denominador común real en la trajinada vida de Guevara, este no ha sido otro que la frustración. Fracasó en su primer matrimonio. Su segundo matrimonio se caracterizó por su intrascendencia y él mismo confesó que sus hijos ni lo conocían. Tanto como presidente del Banco Nacional de Cuba como capitaneando el Ministerio de Industrias, llevó adelante gestiones vergonzosas. También fue un fiasco su proyecto militarista para derrocar al presidente Arturo Illia en Argentina. Pujó para recostar a Cuba sobre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), para finalmente acabar peleándose con los soviéticos. Tardíamente, pretendió seducir a los chinos en su aventura africana y estos le negaron apoyo militar. Su aventura revolucionaria en el Congo en 1965 fue prevista para durar cinco años y acabó como un papelón de siete meses, en cuyo lapso la actividad central del Che fue jugar al ajedrez. De ese último fracaso Fidel lo exportó al sur de Bolivia y fue en dicho país donde terminó perdido en la selva lanzando tiros al aire, lugar donde finalmente fue aprehendido. O sea que, sin existir en el haber de Guevara triunfo alguno, mueve a risa que la frase con la que más se identifique al marketinero comandante sea "hasta la victoria siempre".

 El Guevara real e histórico nada tiene que ver con su amable versión actual. El polifacético guerrillero mutó de extremista marginal a estampilla cool. Del sufrido foquismo selvático a la remerita cafetera en el shopping. Del fusil estalinista al pacifismo ecológico. Del ideólogo sectario al gurú multicultural. Del macho viril que arreglaba todo a los tiros a decorar la marcha por el orgullo travesti. Del odio intransigente al enemigo al humanismo ecuménico. En suma, su cara pasó de identificar la clandestinidad revolucionaria a ornamentar la pared de un spa de reiki. El marketing hace este tipo de transformaciones y la frivolidad social se ocupa del resto. No deja de ser curioso que muchos de quienes lo exhiben tatuado en el brazo por lo único que estuvieron a punto de arriesgar la vida fue por una dosis de cocaína: indisculpable vicio burgués que el Che hubiera corregido con su despiadado rifle sanitario.

 En suma, les guste a no a sus feligreses, el Che Guevara ha quedado reducido a la categoría de logotipo comercial o adorno de vestuario: remeras, gorros, botas, cinturones, camperas, prendedores y todo tipo de ropaje hoy se encuentran a disposición de aquel joven ávido de revolucionar su guardarropas. Ocurre que la gente no quiere cambiar el mundo sino el coche, aunque el rodado pueda verse decorado por un oportuno estampado guevarista en alguna de sus ventanillas (como quien coloca la lengua de los Rolling Stones), sediciosa manifestación automotriz asimilable a la de subir al tope el volumen del autoparlante con un enojoso y prepotente hardcore-punk.

 Atrás quedó la máquina de matar para dar paso a la de facturar. A 50 años de su muerte, la pintoresca figurita disconforme de Ernesto Guevara de la Serna mueve muchísimos millones en cualesquiera de los infinitos rubros del mercado capitalista global: "Valgo más vivo que muerto" gritó el Che cuando fue detenido en Bolivia. Pero el frustrado guerrillero se equivocó por millonésima vez. Esa desesperada frase suya esbozada in articulo mortis, fue la última de las innúmeras derrotas obrantes en su frenético e infecundo repertorio.

 El último libro del autor se titula "La máquina de matar, biografía definitiva del Che" (Unión Editorial).


✒ Nicolás Márquez | Infobae | Domingo de octubre de 2017.
https://www.infobae.com/sociedad/2017/10/08/el-mito-del-che-50-anos-despues/

6.10.17

"Creo que hay una gigantesca mentira alrededor del Che": Jacobo Machover, el escritor cubano que califica de asesino a Ernesto Guevara a 50 años de su muerte



 Han pasado 50 años desde su muerte, el 9 de octubre a manos del Ejército boliviano, pero el Che sigue despertando pasiones.

 Jóvenes de todo el mundo visten camisetas con su imagen, y su figura, elevada a categoría de mito, fue objeto de numerosos estudios y biografías.

 Pero Ernesto "Che" Guevara también tiene detractores que acusan al guerrillero argentino de ser una persona sanguinaria y un asesino sin piedad.

 En BBC Mundo quisimos conocer la visión de uno de ellos, el periodista y escritor cubano exiliado en Francia Jacobo Machover, autor de "La cara oculta del Che"(2008).

Jacobo Machover

 En su libro usted pretende desmitificar la figura del Che, ¿por qué considera que esto era importante?

 Se trata de una figura que ha sido magnificada por todas partes del mundo. Se lo considera un héroe revolucionario, un romántico, un humanista, cuando en realidad en mi país, en Cuba, ha sido uno de los principales responsables de las ejecuciones que se produjeron en 1959 e incluso antes, cuando estaba en la Sierra Maestra luchando con Fidel Castro.

 A mí me parece que es una vergüenza seguir mostrando afiches y camisetas con la cara de alguien que es un verdadero asesino, y sin ninguna razón, de gente que no había sido juzgada.

 Cuando había juicios, duraban media hora o ni siquiera eso y la gente era condenada a muerte sistemáticamente bajo pretexto de haber sido esbirros de la dictadura de (Fulgencio) Batista, pero eso no era comprobado. No fueron juicios dignos.

 ¿Por qué el Che sigue siendo un mito 50 años después?

 Creo que sigue siendo un mito porque no se sabe toda la verdad. No se sabe suficientemente en todo caso.

 Digamos que quien creó el mito del Che Guevara fue por un lado Fidel Castro y, por otro lado, una serie de intelectuales europeos, norteamericanos, y latinoamericanos también, que lo elevaron a la categoría de un ser perfecto, el ser más completo de nuestra era, como dijo el filósofo francés Jean Paul Sartre.

 Creo que hay una gigantesca mentira alrededor de ese hombre que le profería un culto a la muerte desde siempre, desde incluso antes de ser revolucionario y estar con las tropas de Fidel Castro y luego en Bolivia.

 El Che Guevara escribía en su diario de viajes por América Latina durante su primer viaje en 1951-1952: "Degollaré a todos mis enemigos", lo que da una idea de la patología de ese hombre.

 Él escribe en su mensaje a la Tricontinental en 1967, poco antes de morir en Bolivia, que el revolucionario debe ser una máquina de matar. Todos sus discursos están llenos de ese tipo de culto a la muerte, la muerte de los demás, no de la suya.



 Él declaraba en las Naciones Unidas en 1964: "Hemos fusilado, fusilamos, y seguiremos fusilando mientras sea necesario", es algo que es absolutamente inadmisible.

 No entiendo como los que han leído esas palabras o las han escuchado y han leído los diferentes libros sobre el tema siguen admirando al Che.

 Pero incluso alguno de sus más fervientes críticos, como miembros de la CIA, le reconocen que era un hombre dispuesto a morir por sus ideas…

 No es una cualidad morir por sus ideas. Incluso hoy en día los fanáticos islamistas están dispuestos a morir por sus ideas. Para mí no es una cualidad.

 En mi libro, cito el testimonio de un ex-agente de la CIA, Félix Rodríguez, que fue uno de los que capturaron al Che Guevara. Él cuenta un diálogo entre los dos en el que el Che se vuelve un poco humano: le tiene miedo a la muerte.


 Incluso cuando es capturado por el Ejército boliviano él grita: "No disparen. Soy el Che Guevara. Valgo más vivo que muerto".

 Es en ese último momento que se vuelve un poco más humano.

 Ahora, si él estaba dispuesto a morir por sus ideas, lo que yo le reprocho -en nombre de los descendientes de los que él hizo ejecutar- es que él estaba dispuesto a matar por sus ideas sin la más mínima compasión ni piedad.

 Pero el Che combatía en una guerrilla, en una guerra contra el régimen de Batista. ¿No es esa una de las caras de la guerra, morir o matar?

 Cuando él hizo ejecutar a la gente en la fortaleza de La Cabaña, en 1959, son cerca de 200 ejecuciones. En ese momento no había guerrilla, no había guerra. El ejército de Batista había sido derrotado, no había la más mínima resistencia. Esas ejecuciones fueron a sangre fría.

 En la dictadura anterior hubo amnistías. Incluso hubo amnistía a Fidel Castro. Lo que no hubo, excepto en cierto momento 20 años después de la revolución, durante el régimen de Fidel y Raúl Castro. Todo eso fue a sangre fría.

 No es una cuestión de guerra, no había enfrentamientos de unos con otros, fue una simple venganza y una voluntad de sangre por parte del régimen castrista llevada a cabo por el guerrillero argentino, que en ese momento ocupaba el cargo de comandante en jefe de la fortaleza La Cabaña.

 ¿En qué otros aspectos, según usted, se ha mitificado su figura?

 En el aspecto de teórico del socialismo. Él fue nombrado presidente del Banco Nacional de Cuba, fue una catástrofe absoluta. El peso cubano perdió todo su valor frente a las demás monedas extranjeras.

 Él defendía una noción que era la de los estímulos morales contra los estímulos materiales. Pensaba que dando banderitas, dando medallitas honoríficas a los trabajadores cubanos ellos iban a aumentar la producción y trabajar voluntariamente. Era algo absolutamente utópico, pero no utópico en el buen sentido de la palabra, sino que eso podía llevar a una ideología totalitaria.

 Otro aspecto en el que el Che puede ser extraordinariamente criticado es que fue él quien creó el primer campo de trabajo en Cuba, que fue situado en la península Guanahacabibes, donde metían a funcionarios o militantes del Partido Comunista que no habían cumplido con las normas, que no eran lo suficientemente revolucionarios.

 Ese fue el primer paso hacia los campos de trabajo forzado que hubo en Cuba en los años 60, tristemente conocidos como Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP), donde fueron encerrados homosexuales, católicos, adeptos de las religiones afrocubanas…

 El Che Guevara tiene una gran responsabilidad en la creación de esos campos trabajos que fueron una vergüenza para el régimen castrista.

 Usted mencionó que los algunos de los enviados a esos campos de trabajo eran homosexuales, y esa es una crítica que comúnmente se hace a la élite de la revolución cubana: la represión contra los homosexuales. Pero teniendo en cuenta que hace 50 años la homosexualidad estaba prohibida prácticamente todos los países, ¿es posible juzgar en ese aspecto al Che desde una visión actual?

 Bueno, no todos los países, los años 60 fueron precisamente los años en que se empezó a desarrollar el movimiento gay.

 La represión contra los homosexuales en Cuba fue una imitación de la que había en algunos países comunistas en Europa del este, como por ejemplo en Bulgaria. Parece que Raúl Castro trajo el concepto de la UMAP Bulgaria, en uno de los numerosos viajes que emprendió por el bloque comunista.

 Hay algo inmanente a la personalidad de los Castro, una especie de orden moral contra los homosexuales, contra la gente a la que le gustaba la música pop y rock, contra los cabarets, contra esa forma de vivir que tenían el cubano antes de la revolución y que no se adaptaba a cierta moral que ellos querían implantar, del hombre nuevo comunista.

 Volviendo a su libro, uno de los testimonios que menciona es el del ex-guerrillero "Benigno"…

Tuve la oportunidad de conocer a Daniel Alarcón Ramírez, "Benigno", que había sido compañero del Che Guevara en la guerrilla en la Sierra Maestra, en el Congo, y fue un sobreviviente de guerrilla de Bolivia. Entre 1995 y 1996 pidió asilo en Francia.

 Un día empezamos a hablar y me contó como en La Cabaña el Che se sentaba en un muro, fumando su puro, viendo las ejecuciones. Le pedí que me diera su testimonio y tuvimos largas conversaciones.

 Él llegó a la conclusión de que antes le tenía admiración al Che Guevara. Después de muchos años, se dio cuenta de que lo que le tenía era miedo, toda esa admiración se transfo.rmó en miedo.


✒ Mar Pichel | BBC Mundo | Viernes 6 de octubre de 2017.


Mar Pichel en Twitter: @martraspi

5.10.17

A 50 años del fusilamiento, habla el militar boliviano que capturó al Che Guevara

Gary Prado, general boliviano que apresó a Che Guevara 

Por qué el Gobierno de Bolivia eligió matarlo a tenerlo preso en el país.


 Gary Prado tiene 79 años, se formó militarmente en Estados Unidos y era capitán de la compañía que rodeó a los casi 15 últimos guerrilleros del grupo del Che, a quien hizo prisionero en 1967. Recoge sus impresiones en el libro “La guerrilla inmolada”. Las suyas. A finales de los años '70 fue ministro durante un breve tiempo y más tarde embajador, entre otros, en Reino Unido y México. A causa de una herida de bala se encuentra en silla de ruedas desde hace más de 35 años. Prado se muestra sereno y con mucha calma y detalle, relata cómo detuvo al que en ese momento era el guerrillero más famoso del mundo, Ernesto “Che” Guevara. También quién lo fusiló y por qué se decidió la ejecución.

 Esos días de octubre de 1967 conmovieron al mundo. Prado los rememora en una entrevista con la agencia alemana DPA desde su estudio en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), lleno de recuerdos de su paso por el Ejército -sables incluidos- y como embajador de Bolivia. El general retirado, que por su papel en la detención del Che ya no puede participar en los grandes desfiles por el Día Nacional de Bolivia, reconoce abiertamente que había orden de matar al Che. 

—¿Por qué cree que la guerrilla del Che no tenía opciones en Bolivia?

El Che y sus hombres no conocían Bolivia ni la gente. Ese fue el primer error. Bolivia había tenido la revolución de 1952, había hecho la reforma agraria (...). El Ejército venía desarrollando además una campaña que se llamaba “acción cívica”, de apoyo a las comunidades campesinas. El presidente René Barrientos era un hombre muy ligado al campo. Los campesinos le tenían adoración. (N. de la R: Barrientos nombró al criminal de guerra nazi de la Klaus Barbie –que en Bolivia se hacía llamar Klaus Altmann–, presidente de la Sociedad Naviera del Estado -Transmarítima-, que en la época contaba con un solo barco, y también asesor de los Servicios de Inteligencia de Bolivia).

—¿Cómo se supo que había un grupo de guerrilleros en Bolivia? 

—Por las propias fallas de ellos. Después de instalar su campamento base en Ñancahuazú, el Che con el grupo principal sale a hacer un reconocimiento. No sabían ni dónde estaban, no había mapas; van hacia el río Grande para ubicarse, y ahí cometen la imprudencia de hacerse ver por los campesinos, y los campesinos informan a los militares (…) El Ejército despliega unas patrullas y comienzan los choques. 

—¿Y qué pasa entonces después de esos primeros enfrentamientos?

—Después de las primeras emboscadas, que son negativas para el Ejército porque no tenía tropas preparadas, se delimita un área y se la aísla. Una zona de 40.000 kilómetros cuadrados... del tamaño se Suiza, para tener una idea. Y en ese área estaba operando este grupo de 50, 60 hombres. Encontrarlos era el problema, no tanto combatirlos. El Ejército ocupó su campamento y se volvió una guerrilla nómada, una guerrilla sin abastecimiento. Pasaron hambre, sed, se enfermaron, todo fue un desastre.

—¿Cómo fue la captura del Che?

—En la madrugada del día 8 de octubre, un puesto militar que teníamos en La Higuera (...) me comunica por radio que un campesino había llegado con la información de que por la noche vio pasar al grupo guerrillero en el interior de una quebrada (Quebrada del Churo) (…) La quebrada era muy enmarañada, un terreno muy complicado, llena de vegetación, rocas, en pendiente. Yo había dispuesto que se entrara desde arriba y desde abajo, pero los de arriba fueron detenidos por los guerrilleros, que mataron a dos soldados. Yo me quedé abajo y empezamos a avanzar desde abajo, bloqueando hacia arriba. Fuimos eliminando a los guerrilleros y el Che y Willy (Simeón Willy Cuba Sanabria) trataron de salir de la encerrada por una fisura que había, pero yo tenía gente también controlando esas áreas. De manera que cuando los soldados llegaron y les ordenaron rendirse, se rindieron. 


—¿Y qué pasó después? 

—Yo llegué y les pregunté “¿Usted quién es?” Uno dijo Willy, y yo sabía que era Simeón Cuba, boliviano, porque teníamos el orden de batalla de ellos. “¿Y usted?” “Soy el Che Guevara”. Lo miro y le pido que me muestre su mano derecha, donde tenía una cicatriz. “Yo valgo más para ustedes vivo que muerto”. Se lo veía un hombre derrotado, en el fin de esta aventura. Los hice trasladar al puesto de mando que tenía allí, bajo un arbolito, amarrados de pies y manos, por si acaso, porque había todavía un grupo allí combatiendo aún, y me volví a la quebrada. Cuando regresé más tarde, me dice: “¿No le parece una crueldad tener a un hombre herido amarrado?” Y ahí me mostró que tenía la entrada de un proyectil en la pantorrilla, aunque no sangraba. Le hice soltar las manos y me pidió agua y fumar. El combate continuó todavía una hora más, y cuando terminó, que estaba atardeciendo, salí con toda la tropa y los heridos y muertos hacia La Higuera. Cuando llegamos pusimos al Che en una pieza y a Willy en otra en la escuelita. No era más que una pequeña cabañita con dos piezas. 

—¿Por qué lo mataron allí al día siguiente?

—Por la mañana llegó el comandante de división, le informé y me volví a la quebrada porque seguía habiendo unos guerrilleros (...) Y cuando retorné cerca de la una de la tarde con todas las tropas, ahí me informa mi comandante de batallón que el Che había sido ejecutado.


—¿Quién le disparó al Che?

—Un suboficial. 

—¿Por qué?

—El comandante pidió voluntarios. Él recibió una orden del alto mando militar. El presidente, el comandante en jefe y el jefe del Estado Mayor se reunieron y decidieron que era mejor ejecutarlo para evitar más problemas al país. Años después, hablando con el que era el comandante en jefe en ese entonces, el general (Alfredo) Obando, le pregunté por qué se tomó esa decisión. En ese momento se estaba realizando un juicio en Camiri contra Regis Debray y otros que habían caído prisioneros. Debray era un personaje de cuarta, porque no era una persona importante, y sin embargo el juicio era una causa célebre y había periodistas de todo el mundo. Entonces pensaron que hacerle un juicio al Che Guevara iba a ser 100 veces ese alboroto. Segundo, tenía que ser condenado por todos los agravantes -extranjeros con armas invadiendo el territorio, matando gente, etc.-. La pena máxima en Bolivia son 30 años, no hay pena de muerte hace muchos años. Entonces, ¿dónde lo vamos a tener 30 años? Aquí no hay cárceles de seguridad, habría habido intentos de liberarlo, visitas, habría sido una molestia permanente. 

—¿Y entonces se toma la decisión de matarlo?

—De ejecutarlo, sí. Ahora parece una cosa horrenda esa ejecución extrajudicial. Pero fíjense ustedes que el Che estaba acusado de fusilar a 400 personas seis u ocho años antes en Cuba. No fue el mejor procedimiento en mi opinión, pero en esa época no se hablaba de derechos humanos, como ahora que tienen una gran prioridad. Estaba muy cerca la Segunda Guerra Mundial, en la que a los partisanos se los ejecutaba, no estaban cubiertos por la Convención de Ginebra. 


—¿Y entonces se buscó un voluntario?

—Se llamó a los suboficiales y sargentos que estaban en ese momento en La Higuera, que eran siete. Y los siete se presentaron voluntarios. Teníamos cuatro soldados muertos de mi compañía, cuatro de la otra, varios heridos, era la euforia del momento (...) El coronel, que no los conocía personalmente a los sargentos y suboficiales, les dijo al azar: “Usted allá y usted, allá”, señalanado las piezas donde estaban los prisioneros. Estaba cada uno con su carabina, abrieron la puerta, dispararon y salieron. No hubo discursos de despedida, tanto invento que se ha hecho después. 

—¿Fue solo un tiro?

—No, una ráfaga. Dos ráfagas de tres, cuatro disparos. Después se llevaron los cuerpos en helicóptero a Vallegrande. El del Che fue en el último vuelo, a eso de las tres de la tarde.

—¿Y se sabe quién mató al Che?

—Claro que sí, todos lo conocen, fue el suboficial Mario Terán.

—¿Qué piensa usted hoy cuando el Che es venerado como un santo en Vallegrande?

—Son las consecuencias de los cambios políticos, porque resulta que el presidente actual es un fanático del Che. No sabe ni quién era ni cómo era (…) y además ha recibido una enorme influencia de Cuba todos estos años y Cuba maneja prácticamente el servicio secreto boliviano. No se olvide usted que con el mito del guerrillero heroico que se ha creado después, el Che le ha servido más muerto que vivo a Cuba. Porque no hay que olvidarse una cosa que ahora ya está plenamente demostrada: al Che lo sacaron de Cuba, lo mandaron primero al África, para librarse de él. Él mismo lo escribe en “La historia de un fracaso”. 

—¿Por qué cree que esto está demostrado?

—Mientras él estaba en el Congo, Fidel Castro leyó públicamente la “Carta de Despedida del Che”, en la que el Che renuncia a todos sus cargos y dice “nada más me liga a Cuba” (...). Uno de los tres supervivientes cubanos en Bolivia, Dariel Alarcón Ramírez, “Benigno”, escribió un libro en el que cuenta que al Che le dio un ataque de furia cuando se enteró de que Fidel había hecho pública esa carta. Porque era para liberar a Cuba de cualquier responsabilidad en caso de ser capturado o muerto en el Congo, pero él estaba vivito y quería salir del Congo (...) Quería volver a Cuba, insistía, quería hablar con Fidel, que no le contestaba. Le autorizaron que vuelva de incógnito, y ahí le dijeron que le habían preparado algo en Bolivia. Cuando llegó (…) lo largaron aquí, lo abandonaron. Por eso, si usted lee el diario (del Che) y sigue la trayectoria las últimas semanas, estaba claro que iba a ser derrotado. Los propios guerrilleros le proponían autodisolverse, pero él no quería. Porque no tenía adónde ir.

✒ Redacción | Perfil | Jueves 5 de octubre de 2017.