31.1.17

Negacionismo


 De entrada vamos a aclarar algo, no somos negacionistas sino afirmacionistas. Afirmamos de la forma mas tajante que la cifra logotipo de 30.000 desaparecidos -producidos durante la represión de la agresión castrista desatada sobre Argentina durante las décadas del 60 y 70 ejecutada por terroristas argentinos y monitoreada por la Inteligencia de Cuba- es  una patraña absoluta y total. Si, no existió jamas esa disparatada cifra.


 Es patrimonio de la más sana doctrina jurídica que quien alega debe probar. La prueba simbólica más palpable de la mentira que representa el Holocausto Argentino, es el mismísimo cenotafio que lo recuerda, con ocho mil dudosos nombres y veintidos mil lugares en blanco. Una mentira más de este Sistema de mentiras. La comprobación oficial irrefutable parte del mismo informe oficial salido de las entrañas del sistema. Punto.

 También afirmamos que es falso de toda falsedad que hubo un plan sistemático para producir un genocidio y robar niños. Eso sería dar crédito a las afirmaciones disparatadas que quieren hacer creer que la guerrilla no existió, que no hubo una agresión previa a la represión del castrocomunismo alzado en armas y que todo comenzo una mañana de narzo de 1976 cuando un grupo de militares locos tuvo la idea de matar a lo mejor de toda una generación que luchaba por un mundo más justo  para los pobres. Sería dar crédito a la propaganda anti histórica y descerebrante que viene produciendo este régimen corrupto. Idiotez absoluta que repite en cadena la canalla periodística y con la cual este sistema se valida y blanquea permanentemente hasta sus actos más viles y descarados.

 Aunque para nosotros ya está absolutamente terminado, tocamos nuevamente ese tema desde una perspectiva histórica y política, por la histeria que despertó en el Régimen y sus personeros más conspicuos, sus sacerdotes, acólitos y alcahuetes, las declaraciones del funcionario macrista (Juan José) Gómez Centurión, que se agregan a las de otro ex funcionario, el controvertido (Darío) Loperfido que también contravino el dogma de fe garante de la mentira democrática. Sienten  miedo los beneficiarios  de que se conmueva el imaginario colectivo, que los lugares comunes comiencen a ralear más y más y se comience a vislumbrar la verdad.

 No por otra cosa desde el nido sionista de la Secretaría de Derechos Humanos salieron al cruce de las declaraciones de Gomez Centurión diciendo que la cifra de 30.000 desaparecidos era emblemática. A confesión de parte relevo de pruebas.

 Tocamos este tema nuevamente por que nos debemos a la verdad racional y todo lo que desmienta los mitos basales de este estado de cosas inenarrable que lleva más de tres décadas sodomizando a la Argentina, es una grieta que se agrega y un pequeño paso más para su derrumbe definitivo. El derrumbe de este mito es el derrumbe final del Sistema al que escuda  y proteje y un principio para la liberación de nuestra Patria.

 Solo nos mueve eso, no defender golpes de Estado liberales que eran a una institución del Sistema destinada a pasarle el plumero, que según sus autores se hacían por la Patria y que colocaban en los resortes de decisión a funcionarios extrajeros como los que hoy tiene Macri que acababan creando el mismo caos que decían querer evitar y vendían la Nación al Imperialismo.

 No nos mueve la defensa de nadie. Loperfido es un empleado del progresismo cultural de la peor especie, miembro del ruinoso gobierno de de la Rua que enterró la colonial economía menemista y fundió a tantísimos argentinos y a la Argentina misma. Termino diciendo que lo habian sacado de contexto.



 Tampoco la defensa de Gómez Centurión, un militar liberal que actuó destacadamente en la Guerra de Malvinas, un incongruente que dice reivindicar esa gesta  y trabaja para un gobierno desmalvinizador y sumiso a los dictados de nuestros enemigos históricos: EEUU y Gran Bretaña. Para peor pidió disculpas.

 Tampoco nos importa un bledo lo que ha dicho o dejado de decir sobre el tema en cuestión, la justicia más prevaricadora y venal que hayamos sufrido en toda la historia, aliada y defensora de delincuentes y politicos corrompidos. En última instancia declara la "verdad del expediente" no una sentencia ex cathedra como parecen afirmar los ignaros miembros del progre-periodismo.

 Solo nos mueve encender un pequeño fósforo para colaborar en que el "emblema", el mito, caiga definitivamente en llamas.

Referencias de Interes : 
http://largentinaposible.blogspot.com.ar/2008/06/el-holocausto-argentino.html 

✒ Guillermo Rojas | Red Patriótica Argentina  | Martes 31 de enero de 2017.
http://redpatrioticargentina.blogspot.com.ar/2017/01/negacionismo.html 

Mapuches ... Made in Great Britain



Mapuches: ¿La maniobra Británica para dividir la Patagonia?

 "Hay grupos financiados desde Londres que les dicen a los Mapuches de la Patagonia lo que tienen que hacer".

 Programa "La hora de los Pueblos" de Annur TV, donde el analista internacional Gabriel Fernández y el periodista Sebastián Salgado hablan acerca de lo que muchos medios callan.


Quién es el activista del RAM Jones Huala, el hombre que no juega con fuego

 Rawson, 12 de enero de 2017 (Rawson Informa).- No es de Chubut sino de Neuquén. Interpol lo busca intensamente por incendios en Chile. Lideró los incendios de un refugio y una estancia. Y dejó atados a los peones para que no lo denuncien. También roció con nafta a un carabinero. Encabezó lo que denominó “operativo tormenta de fuego”.

- Tirales combustible hasta dos metros de distancia. Que no les llegue el fuego pero que se asusten tanto que no se atrevan a denunciarnos.

 Fue la orden de Facundo Francisco Jones Huala a uno de sus compinches el día que quemaron el refugio denominado Neumeyer, en el Parque Nacional Nahuel Huapi de la ciudad de Bariloche. Los dos hombres a los que querían asustar eran empleados del lugar y los dejaron atados a unos árboles. También quemaron maquinaria vial. Fue en noviembre de 2014 cuando Jones Huala ya era conocido por haber sido uno de los fundadores de la denominada Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), nombre “social” de la organización aunque en verdad la idea de Huala era cambiar “Ancestral” por “Armada”.

 Jones Huala le daba continuidad a una carrera de hechos sobre todo incendiarios tanto en la Patagonia argentina como en la chilena. Por eso ahora lo busca Interpol: se fugó de una casa donde cumplía arresto domiciliario nocturno tras ser condenado por haber incendiado una estancia del paraje Río Bueno, en la ciudad de Valdivia.

 Huala nació en Bariloche el 9 de mayo de 1986 por lo que está próximo a cumplir 31. Es hijo de un campesino descendiente de británicos y de una mapuche, sobrina de un lonco que en su momento, supo encabezar reclamos por la posesión de la tierra en la provincia de Neuquén.

 Casi no fue al colegio. Apenas finalizó cuarto grado y ya de grande. Se conformó con saber lo básico para poder leer y escribir y apenas pasado los 20 años comenzó a militar en organizaciones defensoras de los derechos de los pueblos originarios, pero con una diferencia a los reclamos habituales: era un amante de las armas y sobre todo, de los incendios.

 Por eso, la policía de Chubut que recibió el pedido de captura internacional por parte de Interpol y de las autoridades chilenas, lo vincula con algunos hechos ocurridos en los últimos tiempos en la provincia de Chubut. Como el incendio de un camión en la ruta 40 en su cruce con la entrada a la localidad de El Maitén en diciembre de 2014 y en un hecho similar ocurrido en la localidad de Gualjaina.

 Si bien no hay pruebas sobre su responsabilidad, fuentes de la policía consultadas no descartan para nada su participación en algunos de los incendios que, en 2015 y desde febrero castigaron a localidades cordilleranas de Chubut y también de Chile. El autodenominado RAM habría puesto en práctica el denominado operativo “Tormenta de fuego” que tuvo su inicio el 25 de diciembre de 2014 y que habría culminado el 24 de marzo de 2015 en tierras chubutenses.

 “Nosotros no tenemos pruebas de esto. Sí sabemos que Jones Huala está en la provincia. Tal vez, participando de los denominados “camarucos” que por estos tiempos practica la comunidad mapuche-tehuelche”, dijo una alta fuente policial. Además se le reconoce una gran capacidad para “perderse” entre las comunidades de los pueblos originarios.

 Bajo la conducción de Huala, el RAM realizó ataques al consulado chileno en Bariloche y también a la Catedral de la ciudad. Fue en el año 2013. También y a través de comunicados clandestinos se hizo responsable de un incendio forestal en hectáreas pertenecientes a la Compañía de Tierra del Sud Argentino perteneciente a los hermanos Carlo y Luciano Benetton. En aquel documento, el RAM le declaraba la guerra a los Estados argentino y chileno y aseguraba que estaba dispuesto a “resistir a sangre y fuego a las petroleras y mineras en el sur”.

 Aunque el RAM intentó despegarse de los hechos en Gualjaina (en el que también atacaron un cajero automático y realizaron pintadas) cuando allanaron la vivienda de un sujeto detenido se encontró documentación personal de Jones Huala, elementos que se sospechan fueron usados para los ataques e incluso libros que aluden al grupo terrorista vasco ETA y documentación de otros dos sujetos también buscados por las autoridades chilenas. También estaría ligado a las FARC colombiana.

 Hay antecedentes de quema de campos y viviendas en Neuquén y Río Negro. En todos los casos, el comando que lidera el argentino Facundo Francisco Jones Huala actúa con pasamontañas o pintura negra que le cubre las caras y uniformes de guerra del tipo militar.

 No son personas que andan con vueltas. Y mucho menos cuando actúan. Lo curioso es que en ninguna oportunidad (salvo el intento de romper un cajero en Gualjaina) se los vinculó con algún asalto. Al parecer, su plan consiste en incendiar campos y casas en venganza por los despojos que continuamente son denunciados por las comunidades integrantes de los pueblos originarios.

 Los datos fidedignos dan cuenta que durante su infancia en Bariloche, Jones Huala era un chico de pocas palabras y muy cercano a su padre. Trabajaba haciendo changas en las granjas de fruta fina y cuando podía concurría al colegio. Hasta que un día se decidió a iniciar una lucha de otra naturaleza, a llevar una vida más agitada. En Chile es un hombre de temer. Sobre todo después que, tras haber incendiado un campo y ser rodeado junto a un grupo de cómplices, Jones Huala no dudó en hacer lo que más sabe para poder escapar: roció con combustible y le prendió fuego a un carabinero.



Para profundizar sobre el tema ver:

 
-  "El Estado Mapuche: la maniobra británica para dividir la Patagonia", pubicado en el Blog "El Malvinense".

- "Los Mapuches no son un pueblo-originario", publicado en el Blog "Unidos x Perón".

- "Terrorismo Indigenista", programa emitido por canal TLV1 .

- "La mentira Mapuche y la verdad Tehuelche", publicado en el Blog "Mendoza Transparente".

✒ Acción Nacional Católica | martes, 31 de enero de 2017

30.1.17

¿Son Realmente 30.000 Los Desaparecidos?


 Un debate incómodo, pero necesario.

 Finalmente, la cifra mágica se va derrumbando de a poco. Primero, hace un tiempo, Martín Caparros negó implícitamente que la cifra real de desaparecidos durante el proceso militar haya sido de 30.000 personas.


 Graciela Fernández Meijide, integrante de la CONADEP y madre de uno de los desaparecidos, también sugiere que no son 30.000.

 Según Fernández Meijide son 7.954 entre desaparecidos y muertos como consecuencia de la guerra revolucionaria que ellos mismos iniciaron.

 Con motivo del lanzamiento de su libro, en homenaje a la memora de su hijo Pablo, la ex ministra de la Alianza concedió una entrevista al matutino Clarín donde dice, textualmente, a la pregunta sobre si el kirchnerismo cuestionó a la CONADEP, al agregar un nuevo prólogo al libro “Nunca Más”:

 “Es todo tan circunstancial, de tal chiquitaje… sustituir y llenar de mentiras. Como los 30 mil desaparecidos. ¿Con qué derecho cuando había un conteo de 9 mil? ¿Porque es un símbolo? Están los mitos, pero quien hace historia tiene responsabilidad política. Debe decir la verdad”.

 Luego, en otra entrevista realizada por Perfil.com, aseguró:
 En ningún momento dije: “No hay 30.000 desaparecidos”. Dije: “Lo que está registrado son estos números”, que es lo mismo que dijo la CONADEP en su momento (…) Cuando alguien tiene que dar un informe de algo, tiene que dar datos duros. Todo lo que digo lo apoyo sobre documentación, no sobre “el me parece".

 De ninguna manera se desestima la desaparición de personas durante la nefasta etapa del Proceso, y así hubiese sido una sola persona la que hubiese desaparecido, también hubiese sido una aberración, pero para volver sobre la vergonzosa manipulación de la cantidad de 30.000 desaparecidos que manejan algunos, imagine la siguiente situación: Supongamos que usted le presta a un amigo $8.961 por un determinado tiempo pactado, y cuando llega el momento en que su amigo le debería devolver los 8.961 pesos, este no reconoce la deuda… lógicamente, su amigo es un inmoral o estafador, de eso no hay dudas.

 Ahora imagine esta otra situación: supongamos que un amigo le presta a usted por un determinado tiempo pactado la suma de $8.961, y cuando llega el momento de devolverle el dinero a su amigo, este le reclama 30.000… No cabe dudas de que también es un inmoral y estafador.

 Creo conveniente señalar, antes de desarrollar la idea, que de ninguna manera se pueden comparar dinero con vidas humanas, pero para evitar todo tipo de suspicacias o malos entendidos, nunca está de más aclarar que lo que se pretende analizar es la intención de quien reclama.

 En el libro de la CONADEP, la cantidad de desparecidos es de 8.961; los familiares de estas personas tristemente desaparecidas reclamaron y obtuvieron indemnizaciones por parte del Estado, pero curiosamente, la cifra comenzó a crecer… allá por fines de los ´80 los medios de difusión difundían un número que habían instalado las Madres de Plaza de Mayo, que ascendía a 10.000… ¿Sería por una cuestión de comodidad, y hablar de una cifra de números “redondos”?

 Luego, a fines de los ´90, curiosamente los desparecidos pasaron a ser 20.000; muchos, tal vez no recuerden esta cifra, ya que duró muy poco tiempo, y rápidamente ascendió a 30.000!!!

 Todo tiene una explicación. Los interesados, comenzaron a hablar de esta cifra por una simple cuestión, se debía instalar en el ideario popular y, sobre todo en la opinión pública mundial, la figura de “genocidio”.

 Curiosamente, y paralelamente a esto, a partir de la instauración del gobierno de Néstor Kirchner, se comienza a reivindicar a ex terroristas que –y esto hay que decirlo con todas alas letras-, fueron delincuentes que también secuestraron, torturaron y mataron, incluso a personas que no pertenecían a ninguna fuerza de seguridad en atentados.
Tampoco se habla, ni mucho menos se reconocen, los derechos de los familiares y/o víctimas del terrorismo. Victimas, como dijimos, de un conflicto instalado por los terroristas que actuaron, incluso, durante el gobierno democrático de Juan Domingo Perón.

 Pero lo más lamentable de esto, es que quienes defienden a los ex terroristas pretenden instaurar un debate basado en una cifra falsa, desvirtuando el verdero reclamo. Y demás está decir que la "política de derechos humanos" implementada por el kirchnerismo no fue más que un negocio millonario; muy bien explicado en el libro "El negocio de los derechos humanos" del periodista Luis Gasulla.

 Insisto, de ninguna manera se desestima la desaparición de personas durante la nefasta etapa del Proceso, y así hubiese sido una sola persona la que hubiese desaparecido, también hubiese sido una aberración, pero ¿por qué reclamar por un número de personas que no existió? Eso es, lisa y llanamente, tan deshonesto e inmoral como negar que haya habido desaparecidos.

✒ Pablo Dócimo | Tribuna de Periodistas | Lunes 30 de enero de 2017.

23.1.17

La islamización de Europa




 Unos pocos nos hacemos cargo de la islamización imparable que va sufriendo Europa, donde el islam empieza a imponerse de forma oficial con la impagable ayuda de políticos traidores y colaboracionistas.

 A la luz de los datos contenidos en la tabla tendríamos que preguntarnos: ¿cuánto tiempo tardarán nuestros países europeos en convertirse en estados mayoritariamente islámicos? En el gráfico no se incluyen inmigrantes ilegales ni refugiados, cuya suma superarían ampliamente los cinco millones de personas en el conjunto europeo.

 Es sólo cuestión de tiempo que el problema nos explote como una bomba de relojería activada en las complacientes manos de políticos tradicionales y toda la amplia gama de progres y buenistas al servicio de las élites mundialistas para el reemplazo demográfico de la población nativa europea.

✒ Alerta Digital | Lunes 23 de enero de 2017.

18.1.17

El mito de la preexistencia, respuesta al comunicado de los antropólogos del CONICET



Un comunicado firmado por la Sección de Etnología del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires, fechado el 15 de enero del corriente a raíz de los episodios de Chubut, pretende “esclarecer” al público sobre la "preexistencia de la nación mapuche" con respecto a la nación argentina en nuestro territorio.




 En otras publicaciones hemos hablado acerca de lo tardío de la presencia araucana propiamente dicha en el territorio argentino (siglo XIX), pero en esta, ya que la noción que está en discusión es la de preexistencia de un supuesto pueblo sobre otro, queremos hacer algunas observaciones con respecto a los gentilicios que designan a ambos grupos humanos.


 No hay ninguna constancia escrita de la palabra "mapuche” en las crónicas españolas, ni en tiempos coloniales o de la independencia de Argentina y Chile. La mención más antigua que hemos hallado es la del filólogo alemán Rodolfo Lenz en sus Estudios Araucanos de 1895-97. En dicha obra utiliza un gran número de veces el término "araucano", y muy pocas la palabra "mapuche".

 El etnólogo argentino Rodolfo Casamiquela y el historiador chileno Fernando Villalobos, citando en ambos casos la gramática elaborada por el padre Luis de Valdivia de 1606, coinciden en que el nombre que los araucanos se daban a sí mismos era el de "Reche": "CHE, gente, hombres, los indios de Chile se llaman a sí mismos RECHE, que ellos solos son los que simpliciter (sic) son CHE, lo demás con addito (sic), como HUYNCA CHE, los españoles, CURÚCHE los negros, etc. "RE, antepuesto al nombre significa SOLAMENTE, sin mezcla de otro". (El subrayado es de De Valdivia).

 El citado Fernando Villalobos sostiene que el nombre MAPUCHE ("gente de la tierra"), fue adoptado por los araucanos como una forma de resistencia en su reclamo por la tierra, a fines del siglo XIX. Lo cierto es que ese gentilicio fue útil también para agrupar bajo un mismo nombre no sólo a los araucanos propiamente dichos, sino también a otros grupos humanos de diferente etnia, lengua original, religión, modo de vida, etc, etc., que había a ambos lados de la cordillera. Y esto tiene un porqué.

 A principios del siglo XX hubo sectores con finalidades geopolíticas interesados en promover el término "mapuche". Se puede destacar el papel jugado en tal sentido por Agustín Edwards Mac Clure, empresario periodístico, político, diplomático de gran relieve y uno de los fundadores de la Sociedad Chilena de la Geografía y de la Historia, como así también al antropólogo inglés Ricardo Latcham.

 El término "mapuche" fue difundido primero en Chile y mucho más tarde, en 1961, el Primer Congreso del Área Araucana Argentina, logró imponer ese término también para la Argentina.

 De manera que “mapuche” y “araucano” no significan exactamente lo mismo. “Reche” y “araucano” sí podrían ser sinónimos, porque hacen referencia a la misma etnia encontrada por los españoles que llegaron a Chile en el siglo XVI. En cambio la palabra “mapuche” busca abarcar a otras etnias que sí tenían antigüedad en el territorio nacional. Lo que los investigadores del CONICET hacen al hablar de la “preexistencia del pueblo nación mapuche” es un ideológico juego de palabras.

 Llegados a este punto cabe preguntarse qué dicen las fuentes escritas acerca del nombre de nuestra nación “genocida y opresora”.

 Como sabemos, la primera referencia escrita a la palabra "Argentina" la encontramos en el poema "La Argentina", de Martín del Barco Centenera (1602). Diez años después encontramos una primera historia argentina escrita por Ruy Díaz de Guzmán (1612). Es un gentilicio avalado por la escritura, y por ende por la historia, y por ende por un pueblo. Porque no hay pueblo sin historia, y no hay historia sin escritura. Si quitamos la historia y la escritura, lo que tenemos son mitos. El fogón ancestral sustituye a los libros, y los dragones sustituyen a los caudillos.

 Me quedo con Hernandarias y Rosas, que pertenecen a la historia, y no con la serpiente Cai Cai Vilú, que pertenece a la mitología.

✒ Alerta Patagonia  |  18 de enero de 2017.
https://www.facebook.com/Alerta-Patagonia-1568761336731928/

12.1.17

Tres lugares comunes de las leyendas negras pre-hispánicas


Introducción

 La conmemoración del Quinto Centenario ha vuelto a reavivar, como era previsible, el empecinado odio anticatólico y antihispanista de vieja y conocida data. Y tanto odio alimenta la injuria, ciega a la justicia y obnubila el orden de la razón, según bien lo explicara Santo Tomás en olvidada enseñanza. De resultas, la verdad queda adulterada y oculta, y se expanden con fuerza el resentimiento y la mentira. No es sólo, pues, una insuficiencia histórica o científica la que explica la cantidad de imposturas lanzadas al ruedo. Es un odium fidei alimentado en el rencor ideológico. Un desamor fatal contra todo lo que lleve el signo de la Cruz y de la Espada. Bastaría aceptar y comprender este oculto móvil para desechar, sin más, las falacias que se propagan nuevamente, aquí y allá. Pero un poder inmenso e interesado les ha dado difusión y cabida, y hoy se presentan como argumentos serios de corte académico. No hay nada de eso. Y a poco que se analizan los lugares comunes más repetidos contra la acción de España en América, quedan a la vista su inconsistencia y su debilidad. Veámoslo brevemente en las tres imputaciones infaltables enrostradas por las izquierdas.

El despojo de la tierra

 Se dice en primer lugar, que España se apropió de las tierras indígenas en un acto típico de rapacidad imperialista.

 Llama la atención que, contraviniendo las tesis leninistas, se haga surgir al Imperialismo a fines del siglo XV. Y sorprende asimismo el celo manifestado en la defensa de la propiedad privada individual. Pero el marxismo nos tiene acostumbrados a estas contradicciones y sobre todo, a su apelación a la conciencia cristiana para obtener solidaridades. Porque, en efecto, sin la apelación a la conciencia cristiana —que entiende la propiedad privada como un derecho inherente de las criaturas, y sólo ante el cual el presunto despojo sería reprobable— ¿a qué viene tanto afán privatista y posesionista? No hay respuesta.

 La verdad es que antes de la llegada de los españoles, los indios concretos y singulares no eran dueños de ninguna tierra, sino empleados gratuitos y castigados de un Estado idolatrizado y de unos caciques despóticos tenidos por divinidades supremas. Carentes de cualquier legislación que regulase sus derechos laborales, el abuso y la explotación eran la norma, y el saqueo y el despojo las prácticas habituales. Impuestos, cargas, retribuciones forzadas, exacciones virulentas y pesados tributos, fueron moneda corriente en las relaciones indígenas previas a la llegada de los españoles. El más fuerte sometía al más débil y lo atenazaba con escarmientos y represalias. Ni los más indigentes quedaban exceptuados, y solían llevar como estigmas de su triste condición, mutilaciones evidentes y distintivos oprobiosos. Una “justicia” claramente discriminatoria, distinguía entre pudientes y esclavos en desmedro de los últimos y no son éstos, datos entresacados de las crónicas hispanas, sino de las protestas del mismo Carlos Marx en sus estudios sobre “Formaciones Económicas Precapitalistas y Acumulación Originaria del Capital”. Y de comentaristas insospechados de hispanofilia como Eric Hobsbawn, Roberto Oliveros Maqueo o Pierre Chaunu.

 La verdad es también, que los principales dueños de la tierra que encontraron los españoles —mayas, incas y aztecas— lo eran a expensas de otros dueños a quienes habían invadido y desplazado. Y que fue ésta la razón por la que una parte considerable de tribus aborígenes —carios, tlaxaltecas, cempoaltecas, zapotecas, otomíes, cañarís, huancas, etcétera— se aliaron naturalmente con los conquistadores, procurando su protección y el consecuente resarcimiento. Y la verdad, al fin, es que sólo a partir de la Conquista, los indios conocieron el sentido personal de la propiedad privada y la defensa jurídica de sus obligaciones y derechos. Es España la que se plantea la cuestión de los justos títulos, con autoexigencias tan sólidas que ponen en tela de juicio la misma autoridad del Monarca y del Pontífice. Es España -con ese maestro admirable del Derecho de Gentes que se llamó Francisco de Vitoria— la que funda la posesión territorial en las más altos razones de bien común y de concordia social, la que insiste una y otra vez en la protección que se le debe a los nativos en tanto súbditos, la que garantiza y promueve un reparto equitativo de precios, la que atiende sobre abusos y querellas, la que no dudó en sancionar duramente a sus mismos funcionarios descarriados, y la que distinguió entre posesión como hecho y propiedad como derecho, porque sabía que era cosa muy distinta fundar una ciudad en el desierto y hacerla propia, que entrar a saco a un granero particular. Por eso, sólo hubo repartimientos en tierras despobladas y encomiendas “en las heredades de los indios”. Porque pese a tantas fábulas indoctas, la encomienda fue la gran institución para la custodia de la propiedad y de los derechos de los nativos. Bien lo ha demostrado hace ya tiempo Silvio Zavala, en un estudio exhaustivo, que no encargó ninguna “internacional reaccionaria”, sino la Fundación Judía Guggenheim, con sede en Nueva York. Y bien queda probado en infinidad de documentos que sólo son desconocidos para los artífices de las leyendas negras.

 Por la encomienda, el indio poseía tierras particulares y colectivas sin que pudieran arrebatárselas impunemente. Por la encomienda organizaba su propio gobierno local y regional, bajo un régimen de tributos que distinguía ingresos y condiciones, y que no llegaban al Rey —que renunciaba a ellos— sino a los Conquistadores. A quienes no les significó ningún enriquecimiento descontrolado y si en cambio, bastantes dolores de cabeza, como surgen de los testimonios de Antonio de Mendoza o de Cristóbal Alvarez de Carvajal y de innumerables jueces de audiencias. Como bien ha notado el mismo Ramón Carande en “Carlos V y sus banqueros”, eran tan férrea la protección a los indios y tan grande la incertidumbre económica para los encomenderos, que América no fue una colonia de repoblación para que todos vinieran a enriquecerse fácilmente. Pues una empresa difícil y esforzada, con luces y sombras, con probos y pícaros, pero con un testimonio que hasta hoy no han podido tumbar las monsergas indigenistas: el de la gratitud de los naturales. Gratitud que quien tenga la honestidad de constatar y de seguir en sus expresiones artísticas, religiosas y culturales, no podrá dejar de reconocer objetivamente No es España la que despoja a los indios de sus tierras. Es España la que les inculca el derecho de propiedad, la que les restituye sus heredades asaltadas por los poderosos y sanguinarios estados tribales, la que los guarda bajo una justicia humana y divina, la que Ios pone en paridad de condiciones con sus propios hijos, e incluso en mejores condiciones que muchos campesinos y proletarios europeos Y esto también ha sido reconocido por historiógrafos no hispanistas. Es España, en definitiva, la que rehabilita la potestad India a sus dominios, y si se estudia el cómo y el cuándo esta potestad se debilita y vulnera, no se encontrará detrás a la conquista ni a la evangelización ni al descubrimiento, sino a las administraciones liberales y masónicas que traicionaron el sentido misional de aquella gesta gloriosa. No se encontrará a los Reyes Católicos, ni a Carlos V, ni a Felipe II. Ni a los conquistadores, ni a los encomenderos, ni a los adelantados, ni a los frailes. Sino a los enmandilados Borbones iluministas y a sus epígonos, que vienen desarraigando a América y reduciéndola a la colonia que no fue nunca en tiempos del Imperio Hispánico.

La sed de Oro

 Se dice, en segundo lugar, que la llegada y la presencia hispánica no tuvo otro fin superior al fin económico; concretamente, al propósito de quedarse con Ios metales preciosos americanos. Y aquí el marxismo vuelve a brindarnos otra aporía Porque sí nosotros plantamos la existencia de móviles superiores, somos acusados de angelistas, pero si ellos ven sólo ángeles caídos adoradores de Mammon se escandalizan con rubor de querubines. Si la economía determina a la historia y la lucha de clases y de intereses es su motor interno; si los hombres no son más que elaboraciones químicas transmutadas, puestos para el disfrute terreno, sin premios ni castigos ulteriores, ¿a qué viene esta nueva apelación a la filantropía y a la caridad entre naciones. Unicamente la conciencia cristiana puede reprobar coherentemente -y reprueba- semejantes tropelías. Pero la queja no cabe en nombre del materialismo dialéctico. La admitimos con fuerza mirando el tiempo sub specie aeternitatis. Carece de sentido en el historicismo sub lumine oppresiones. Es reproche y protesta si sabemos al hombre “portador de valores eternos”, como decía José Antonio, u homo viator, como decían los Padres. Es fría e irreprochable lógica si no cesamos de concebirlo como homo aeconomicus.

Pero aclaremos un poco mejor las cosas.

 Digamos ante todo que no hay razón para ocultar los propósitos económicos de la conquista española. No solo porque existieron sino porque fueron lícitos. El fin de la ganancia en una empresa en la que se ha invertido y arriesgado y trabajado incansablemente, no está reñido con la moral cristiana ni con el orden natural de las operaciones. Lo malo es, justamente, cuando apartadas del sentido cristiano, las personas y las naciones anteponen las razones finaneieras a cualquier otra, las exacerban en desmedro de los bienes honestos y proceden con métodos viles para obtener riquezas materiales. Pero éstas son, nada menos, las enseñanzas y las prevenciones continuas de la Iglesia Católica en España. Por eso se repudiaban y se amonestaban las prácticas agiotistas y usureras, el préstamo a interés, la “cría del dinero”, las ganancias malhabidas. Por eso, se instaba a compensaciones y reparaciones postreras —que tuvieron lugar en infinidad de casos—; y por eso, sobre todo, se discriminaban las actividades bursátiles y financieras como sospechosas de anticatolicismo. No somos nosotros quienes lo notamos. Son los historiógrafos materialistas quienes han lanzado esta formidable y certera “acusación” ni España ni los países católicos fueron capaces de fomentar el capitalismo por sus prejuicios antiprotestantes y antirabínicos. La ética calvinista y judaica, en cambio, habría conducido como en tantas partes, a la prosperidad y al desarrollo, si Austrias y Ausburgos hubiesen dejado de lado sus hábitos medievales y ultramontanos. De lo que viene a resultar una nueva contradicción. España sería muy mala porque llamándose católica buscaba el oro y la plata. Pero seria después más mala por causa de su catolicismo que la inhabilitó para volverse próspera y la condujo a una decadencia irremisible. Tal es, en síntesis, lo que vino a decirnos Hamilton —pese a sí mismo hacia 1926, con su tesis sobre “Tesoro Americano y el florecimiento del Capitalismo”. Y después de él, corroborándolo o rectificándolo parcialmente, autores como Vilar, Simiand, Braudel, Nef, Hobsbawn, Mouesnier o el citado Carande. El oro y la plata salidos de América (nunca se dice que en pago a mercancías, productos y estructuras que llegaban de la Península) no sirvieron para enriquecer a España, sino para integrar el circuito capitalista europeo, usufructuado principalmente por Gran Bretaña. Los fabricantes de leyendas negras, que vuelven y revuelven constantemente sobre la sed de oro como fin determinante de la Conquista, deberían explicar, también, por que España llega, permanece y se instala no solo en zonas de explotación minera, sino en territorios inhóspitos y agrestes. Porque no se abandonó rápidamente la empresa si recién en la segunda mitad del siglo XVI se descubren las minas más ricas, como las de Potosí, Zacatecas o Guanajuato. Por qué la condición de los indígenas americanos era notablemente superior a la del proletariado europeo esclavizado por el capitalismo, como lo han reconocido observadores nada hispanistas como Humboldt o Dobb, o Chaunu, o el mercader inglés Nehry Hawks, condenado al destierro por la Inquisición en 1751 y reacio por cierto a las loas españolistas. Por qué pudo decir Bravo Duarte que toda América fue beneficiada por la Minería, y no así la Corona Española. Por qué, en síntesis —y no vemos argumento de mayor sentido común y por ende de mayor robustez metafísica—, si sólo contaba el oro, no es únicamente un mercado negrero o una enorme plaza financiera lo que ha quedado como testimonio de la acción de España en América, sino un conglomerado de naciones ricas en Fe y en Espíritu. El efecto contiene y muestra la causa: éste es el argumento decisivo. Por eso, no escribimos estas líneas desde una Cartago sudamericana amparada en Moloch y Baal, sino desde la Ciudad nombrada de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires, por las voces egregias de sus héroes fundadores.

El genocidio indígena

 Se dice, finalmente, en consonancia con lo anterior, que la Conquista —caracterizada por el saqueo y el robo— produjo un genocidio aborigen, condenable en nombre de las sempiternas leyes de la humanidad que rigen los destinos de las naciones civilizadas.

 Pero tales leyes, al parecer, no cuentan en dos casos a la hora de evaluar los crímenes masivos cometidos por los indios dominantes sobre los dominados, antes de la llegada de los españoles; ni a la hora de evaluar las purgas stalinistas o las iniciativas malthussianas de las potencias liberales. De ambos casos, el primero es realmente curioso. Porque es tan inocultable la evidencia, que los mismos autores indigenistas no pueden callarla. Sólo en un día del año 1487 se sacrificaron 2.000 jóvenes inaugurando el gran templo azteca del que da cuenta el códice indio Telleriano-Remensis. 250.000 víctimas anuales es el número que trae para el siglo XV Jan Gehorsam en su artículo “Hambre divina de los aztecas”. Veinte mil, en sólo dos años de construcción de la gran pirámide de Huitzilopochtli, apunta Von Hagen, incontables los tragados por las llamadas guerras floridas y el canibalismo, según cuenta Halcro Ferguson, y hasta el mismísimo Jacques Soustelle reconoce que la hecatombe demográfica era tal que si no hubiesen llegado los españoles el holocausto hubiese sido inevitable. Pero, ¿qué dicen estos constatadores inevitables de estadísticas mortuorias prehispánicas? Algo muy sencillo: se trataba de espíritus trascendentes que cumplían así con sus liturgias y ritos arcaicos. Son sacrificios de “una belleza bárbara” nos consolará Vaillant. “No debemos tratar de explicar esta actitud en términos morales”, nos tranquiliza Von Hagen y el teólogo Enrique Dussel hará su lectura liberacionista y cósmica para que todos nos aggiornemos. Está claro: si matan los españoles son verdugos insaciables cebados en las Cruzadas y en la lucha contra el moro, si matan los indios, son dulces y sencillas ovejas lascasianas que expresaban la belleza bárbara de sus ritos telúricos. Si mata España es genocidio; si matan los indios se llama “amenaza de desequilibrio demográfico”. La verdad es que España no planeó ni ejecutó ningún plan genocida; el derrumbe de la población indígena —y que nadie niega— no está ligado a los enfrentamientos bélicos con los conquistadores, sino a una variedad de causas, entre las que sobresale la del contagio microbiano. La verdad es que la acusación homicida como causal de despoblación, no resiste las investigaciones serias de autores como Nicolás Sánchez Albornoz, José Luís Moreno, Angel Rosemblat o Rolando Mellafé, que no pertenecen precisamente a escuelas hispanófilas. La verdad es que “los indios de América”, dice Pierre Chaunu, “no sucumbieron bajo los golpes de las espadas de acero de Toledo, sino bajo el choque microbiano y viral”, la verdad —¡cuántas veces habrá que reiterarlo en estos tiempos!— es que se manejan cifras con una ligereza frívola, sin los análisis cualitativos básicos, ni los recaudos elementales de las disciplinas estadísticas ligadas a la historia. La verdad incluso —para decirlo todo— es que hasta las mitas, los repartimientos y las encomiendas, lejos de ser causa de despoblación, son antídotos que se aplican para evitarla. Porque aquí no estamos negando que la demografía indígena padeció circunstancialmente una baja. Estamos negando, sí, y enfáticamente, que tal merma haya sido producida por un plan genocida.

 Es más si se compara con la América anglosajona, donde los pocos indios que quedan no proceden de las zonas por ellos colonizados -¿donde están los indios de Nueva Inglaterra?- sino los habitantes de los territorios comprados a España o usurpados a Méjico.

 Ni despojo de territorios, ni sed de oro, ni matanzas en masa. Un encuentro providencial de dos mudos. Encuentro en el que, al margen de todos los aspectos traumáticos que gusten recalcarse, uno de esos mundos, el Viejo, gloriosamente encarnado por la Hispanidad, tuvo el enorme mérito de traerle al otro nociones que no conocía sobre la dignidad de la criatura hecha a imagen y semejanza del Creador. Esas nociones, patrimonio de la Cristiandad difundidas por sabios eminentes, no fueron letra muerta ni objeto de violación constante.

 Fueron el verdadero programa de vida, el genuino plan salvífico por el que la Hispanidad luchó en tres siglos largos de descubrimiento, evangelización y civilización abnegados.

 Y si la espada, como quería Peguy, tuvo que ser muchas veces la que midió con sangre el espacio sobre el cual el arado pudiese después abrir el surco; y si la guerra justa tuvo que ser el preludio del canto de la paz, y el paso implacable de los guerreros de Cristo el doloroso medio necesario para esparcir el Agua del Bautismo, no se hacia otra cosa más que ratificar lo que anunciaba el apóstol: sin efusión de sangre no hay redención ninguna.
La Hispanidad de Isabel y de Fernando, la del yugo y las flechas prefiguradas desde entonces para ser emblema de Cruzada, no llegó a estas tierras con el morbo del crimen y el sadismo del atropello. No se llegó para hacer víctimas, sino para ofrecernos, en medio de las peores idolatrías, a la Víctima Inmolada, que desde el trono de la Cruz reina sobre los pueblos de este lado y del otro del océano temible.

Fuente: http://www.statveritas.com.ar



✒ Antonio Caponnetto | Prensa Republicana | Jueves 12 de enero de 2017.