9.1.18

La “secta” socialista


 Toda secta es una organización cerrada con fuertes condimentos religiosos que se caracteriza por la lealtad absoluta a la doctrina; la exclusividad; el aislamiento del mundo exterior; la falta de privacidad; la intervención directa en la economía; el discurso de la amorosidad; la vida familiar; el rechazo al individualismo; la aceptación ciega; los estados hipnóticos y la paranoia.
 Si observamos detenidamente estos puntos, concluiremos en que el socialismo (entendido como el intento sistemático de diseñar u organizar, total o parcialmente, mediante medidas coactivas cualquier área del entramado de las interacciones humanas) carga con cierto aire de familia respecto a la estructura interna de una secta.
 Por ejemplo, la lealtad absoluta a la doctrina da lugar a la veneración y al culto del jefe (o “la jefa”), el mesías, el líder o el conductor. Esta lealtad implica reverencia e inclinación a las reglas por este impuestas. Y esta veneración es adoptada por razón y por necesidad de reconocimiento y aceptación, por miedo al destierro o al rechazo interno del grupo y principalmente del líder.
 Similar sucede con la exclusividad. Esta, remite al reconocimiento que el líder otorga a los miembros del grupo. Así, cada integrante –que por lo general siente cierto grado de incertidumbre e inferioridad–, entiende que cobra valor una vez que ha ingresado a la secta (obsesión por lo colectivo), sintiéndose visto y reconocido por el amo.
 El aislamiento del mundo exterior pone a los individuos de espalda a la realidad y al mundo exterior. De aquí que la vida en comunidades cerradas, de espaldas al mundo (nacionalismo en vez de cosmopolitismo, por ejemplo), resulta central para  la vida y el mantenimiento de las sectas. De este modo, se previene de todo tipo de interferencia externa: el líder dice qué libros leer; qué información recoger; cómo procesarla para alcanzar la idea correcta. El control de los medios de comunicación en los gobiernos populistas es un claro ejemplo de esto. Tanto para las sectas religiosas, como para los gobiernos populistas, los medios de comunicación son herramientas del demonio.
 La falta de privacidad reduce toda posibilidad de armarse de un pensamiento crítico, individual. En los cultos (lo mismo da una secta religiosa que una política), difícilmente se permita a los miembros andar a solas por ahí. La vida en comuna estructura toda práctica de la vida cotidiana. Todas las actividades son así, generalmente, realizadas en grupo
 Otra característica es la intervención directa en la economía de los miembros. En nombre del “bien común”, los bienes de cada miembro deben ser entregados al líder; él será el único regulador de los bienes y del capital. “¡Él cuidará de todos!” Y, con respecto a esto último, a mayor sea la entrega de capital económico, menor serán las posibilidades de independizarse del grupo o de regresar a la vida pasada. ¡Socialismo en su máximo esplendor!
 El amor es otra de las características centrales en toda secta. Escribo esto y recuerdo al dirigente de la CTA gritando en televisión, a cámara y al mundo: “¡…amor, amor, amor!”. Este elemento, en tanto que sentimiento inconmensurable, da una firme sensación de cuidado mutuo y de hermandad. Cuando las relaciones se entablan desde el sentimiento sin ningún lugar a la razón o el pensamiento individual y reflexivo, tiende a anestesiarse todo tipo de mecanismo de defensa. Ante el discurso de la amorosidad los individuos, vueltos al grupo como hermanos, se vuelven fácilmente manipulables.
 Respecto a la reasignación de la vida en familia. Los grupos familiares ingresantes a la vida en comunidad (secta) se disuelven en su interior para abrirse a una nueva “familia”, más “verdadera” y mayor (el “Pueblo” o la “Patria grande”, para el populismo); a esta última se deberán los sacrificios.
 Otra característica –una de las más significativas para el tratamiento que aquí realizo– es el rechazo al individualismo, este es, sin dudas, el enemigo del grupo, de los cultos. El individuo libre pensante puede generar un pensamiento por fuera de la doctrina impartida. El individuo no se conforma con la aceptación de las reglas; indaga, interpela. De aquí que las sectas tienen prácticas homogeneizadoras, superficialmente, en la vestimenta, los intereses, en los nombres asignados; en profundidad, en las creencias, los valores, las ideas, etc. Todos estos mecanismos despersonalizantes combaten y destruyen a la individualidad.
 La aceptación ciega es otra de las claves de los grupos cerrados y los fanáticos sectarios (también de la secta socialista). Se trata de un modo absoluto de aniquilación del Yo. Este pasa a ser sustituido por el “Nos”, el cual vive y habita en cuerpo del líder. Ahora serán las creencias, los valores del este último las que se han de aceptar, defender y propagar ciegamente, sin vacilación ni titubeo alguno.
 Los estados hipnóticos son, por su parte, representativos en los gobiernos de masa, en el populismo de balcón o el neopopulismo virtual de manipulación mediática.
 Y, finalmente, la paranoia es una de las características más importantes impartidas por los líderes del culto. Esto crea una sensación de persecución constante y un miedo colectivo. Se trata, ni más ni menos, del miedo a lo extranjero, a lo desconocido, a lo externo,  instituyéndose así una guerra con el mundo exterior, con la gente que no es parte del grupo, con las ideas que no encajan con los valores del grupo; con la información externa; en fin, con la realidad en sí misma.



✒ Prof. José Luis Jerez (*) | Libertad y Progreso | Martes 9 de enero de 2018.
http://www.libertadyprogresonline.org/2018/01/09/la-secta-socialista/*

(*) El autor es profesor y licenciado en Filosofía; profesor en la Universidad de Flores (UFLO); e investigador de las universidades Nacional Autónoma de México (IIF-UNAM) y de la Universidad de Torino.

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